Tonia Etxarri-EL Correo

Todos le acusan de «electoralismo» y «abuso institucional». Incluso los que le apoyaron en la moción de censura y ahora dan el visto bueno a los decretos-ley con las Cortes disueltas. Pero no importa. Pedro Sánchez va con su plan ayudado por el viento a favor y cuesta abajo aunque, eso sí, sin frenos. Sigue gobernando en campaña. A través de los decretos-ley anunciados en sus viernes de ‘gloria’ de La Moncloa y gracias a la Diputación Permanente que está siendo instrumentalizada tal como llegan a recriminarle, incluso quienes le apoyan. Nada es normal en esta campaña porque nada fue normal en los últimos ocho meses de legislatura. Según la Ley Orgánica de Régimen Electoral se entiende que el período electoral comienza en la fecha de publicación de la convocatoria de las elecciones. Y que, en teoría, los poderes públicos no pueden realizar ninguna campaña institucional para no tener ventajismo electoral. Pero da igual en el caso de Sánchez. La escena de los viernes, desde el altavoz de La Moncloa, está ya amortizada. Siempre que los que le critican le respalden, nada de qué preocuparse. Y eso fue lo que ocurrió ayer.

El grupo de Otegi le apoyó para que siga gobernando por decreto. Y Sánchez tan contento. Podría haber dicho a la izquierda ‘batasúnica’ que no puede aceptar regalos de quienes se niegan, aún, a condenar los asesinatos de ETA. Pero ahora no toca. Se quedaría con la campaña a medio gas. No es que no le importe. Es que, según llegó a reconocer la propia portavoz de EH Bildu, Marian Beitialarrangoitia, los del equipo de Sánchez estaban tan interesados en su apoyo que les realizaron «un sinfín de llamadas».

Los dos se necesitan ahora. EH Bildu para presentarse como el aliado imprescindible frente a la derecha nacionalista (PNV, PDeCAT) y Sánchez para seguir haciendo su campaña partidista con los socios de la moción de censura. Habrá que ver si los necesita a todos después de las elecciones. De momento, sigue a todo gas. Mientras los ingeniosos se burlan del torpe lema del PSOE, en su entorno piensan que, en el fondo, «haz que pase» viene a ser una adaptación del «sí se puede». Y él está pudiendo. Le vale cualquier ardid contra la derecha. ¿Qué gobierno congeló las pensiones? El PSOE. En 2010. Pero Sánchez da la vuelta a un tema tan vulnerable para asegurar, utilizando una interpretación manipulada de unas declaraciones de Daniel Lacalle, que es el PP quien las quiere recortar. Se lo han desmentido en prosa y verso. Pero no escucha. Porque tendría que pedir disculpas.

También huye del ‘efecto Soraya’. No quiere dar importancia, aparentemente, al hecho de que su compañera de 38 años de militancia haya decidido abandonar el PSOE para presentarse con Ciudadanos en los comicios europeos. Ya se encargan los afines en las redes sociales de insultarla. Promocionada por Rubalcaba, desde su apoyo a la Gestora provisional se había instalado en la disidencia. Justo en el terreno donde Sánchez no quiere ver ni una sombra. Su divorcio era un hecho. Pero los motivos de su discrepancia llevan una consigna electoral de gran calado: no se fía de que Sánchez, tan condescendiente con los rupturistas catalanes, vuelva a contar con los mismos para gobernar. Ella siempre ha dicho que su sitio es el constitucionalismo. Y ha visto que hay otros partidos que lo representan mejor que el PSOE. Un partido que, por primera vez, no contará con Felipe González para hacer campaña. Todo un síntoma del abstencionismo de los suyos que Sánchez quiere evitar.