TONIA ETXARRI-EL CORREO

Se trataba, en realidad, de una fórmula que nunca le convenció al candidato socialista. Se temía que, con Podemos en un Ejecutivo de coalición, la inestabilidad estuviese asegurada. El riesgo de que los ‘compañeros ministros’ pudieran dejarle en evidencia declarando públicamente que en España hay presos políticos, por ejemplo, no era un problema menor. Pero esa circunstancia siempre estuvo ahí. Desde que empezaron a negociar la investidura fallida. Que Pablo Iglesias abogaba por un referéndum en Cataluña era una «cuestión de Estado» que nunca ocultó. Por lo tanto, esta ‘línea roja’ a la que ahora se aferran los socialistas para justificar la imposibilidad de gobernar con Podemos estuvo en el mismo sitio desde que empezó esta ceremonia de la confusión.

Sánchez va consumiendo su tiempo vacacional sin dar más pistas sobre sus planes. O Gobierno monocolor, apoyado por un rendido Podemos, o elecciones. Y en este tiempo quien se está consumiendo es Pablo Iglesias. Que está atravesando por tantos ciclos contradictorios que bien merecerían un análisis en el diván del sicoanálisis. Tuvo que ‘tragarse’ el veto personal que le impuso Sánchez. Y manejó con cierta habilidad su retirada de la escena para intentar colocar a sus camaradas de comisarios de un hipotético Gobierno de coalición. Pero después del fracaso de las negociaciones pasó al contraataque diciendo que se había dado cuenta de que Sánchez no tenía proyecto para España. Y ahora, quince días después, ha querido volver a intentar pactar un Gobierno con el mismo que carece de proyecto de país. Qué poca seriedad. Y qué escaso nivel. En este pulso, el tiempo corre a favor del PSOE.

Sánchez está inmerso en plena operación de desgaste de Iglesias. No habrá coalición. Ni con 119 páginas del documento ni sin ellas. Pero no salimos del laberinto. Si antes del 23 de setiembre el candidato socialista no consigue los apoyos necesarios para ser investido presidente (y esos apoyos no se los puede facilitar la sociedad civil, por razones obvias) habrá que volver a las urnas. Un escenario nada favorable para Podemos, según todos los sondeos. Y más beneficioso para Sánchez. Ahí está el ‘quid’. La incertidumbre política, en setiembre, estará más agudizada que en julio. El ‘parón’ institucional es un hecho con un Gobierno en funciones. No solo lo está comprobando el PNV en la tensa espera de la concreción de algunos pactos apalabrados con Sánchez. El escenario se complicará con los próximos acontecimientos relacionados con el ‘procés ‘. El latiguillo de este verano, en los mensajes políticos, empieza así: «Nadie entendería que…». Y hasta aquí se puede leer. Para unos resulta incomprensible que no haya un gobierno estable ya. Y otros prefieren que haya elecciones a tener un mal gobierno. Así estamos.