A la tercera tampoco

EL MUNDO 29/08/16
SANTIAGO GONZÁLEZ

CASI al final de su vida, Max Weber impartió dos magistrales conferencias en la Universidad de Múnich (1918-1919) que, andando el tiempo, se publicarían en un solo volumen titulado El político y el científico. Quién le iba a decir al hombre que, casi un siglo después, el arquetipo del político iba a ser Pedro Sánchez y la encarnación del científico, Chúpame la minga, Dominga, que vengo de Francia, a quien sus conmilitones consideran el Stephen Hawking de Podemos.

Es el nivel. Sánchez se ha negado tres veces a atender las llamadas del presidente (en funciones), asunto insólito en cualquier democracia europea. Primero por no haber fecha para la investidura y, después, porque quiere ver el acuerdo al que ha llegado con Rivera. Mañana se verá con Rajoy para decir que no a las 150 medidas que en marzo eran la clave de la reforma. Rajoy, por su parte, admite ahora encantado medidas que en marzo le parecían inasumibles.

Luego está lo de Rivera, que tiene mucho mérito; nunca tantos ponderamos a nadie por tan poco. Ha comprometido unos votos que no serán suficientes para la investidura, aunque las contradicciones son notables. Celebré mucho que C’s propusiera y el PP aceptara devolver el poder judicial a los jueces, secuestrado por los partidos desde la primera legislatura de Felipe (Ley Orgánica del Poder Judicial, 6/1985 de 1 de julio). El PP prometió cambiarla hace cinco años, pero una mayoría absoluta de 186 escaños no fue suficiente para cumplir éste ni otros aspectos de su programa. Lástima que esa propuesta por la independencia de los jueces sea incompatible con la exigencia de una comisión de investigación del asunto Bárcenas, un juicio paralelo a la inminente vista judicial del caso.

Tampoco acabo de entender tanto esfuerzo programático para la investidura, que no se va a poder consumar, para pasar acto seguido a la oposición. Me llamó mucho la atención la carta a Sánchez en la que un Rivera ya negociador proponía a esta criatura un pacto de oposición, por más que el joven Sánchez tenga como programa una letra antañona de Michel Polnareff: «C’est une poupée qui fait non, non, non, non./ Toute la journée elle fait non, non, non, non», y todo en este plan. Rivera es una condición necesaria, pero no suficiente. Sin su acuerdo era imposible. Con su acuerdo, también, aunque descargará la responsabilidad del bloqueo sobre Pedro Sánchez. Ya sabíamos que el veraneante quería ganar La Moncloa para conservar Ferrazral y ahora quiere las terceras, para mejorar su posición con votos de Podemos Podemos. No se da cuenta de que los votos de ambos son vasos comunicantes imperfectos. Podemos e IU ya habían perdido votos en junio, pero no los ganó el PSOE. Puede volver a pasar.

Rajoy y Rivera han alcanzado 170 escaños, que les permitirían formar Gobierno, justo lo que C’s no quiere, pero no les van a permitir investir a Rajoy, que es a lo que sí parece dispuesto. Salvar a España de las terceras elecciones depende de los socialistas, de un puñado de diputados justos que se resistan al envilecimiento colectivo (improbable) y se vayan a aliviar la próstata en la segunda votación. Mientras, mañana asistiremos a la consolidación del truqui que puso en marcha Sánchez para tener la primera sesión para él solo. El efímero López articuló la martingala, rompiendo el protocolo de las 11 legislaturas precedentes. El PP protestó en marzo y va a copiar a Sánchez ahora, lo que se me antoja una marca del nivel que han alcanzado las cosas. Para eso no hacía falta Ana Pastor. Había bastado Patxi López.