Aguas cenagosas

GABRIEL ALBIAC – ABC – 18/04/16

· Los herederos acechan. Cuantos menos lleguen vivos al entierro del patriarca, más segura la herencia. Aunque podrida.

No hay pudrición que venga de fuera. Ni en moral ni en política. Se pudre la vida agotada. Por sí sola. Y, al pudrirse, pone a la vista de todos lo que todos hubieran debido saber a tiempo: que el organismo estaba enfermo desde su origen.

Vivimos el momento histórico en el cual se precipita la necrosis de un Estado. Puede que de una nación. Entre el miércoles y el viernes, los juegos de masacre se dispararon. Aquellos benefactores que enarbolaban la defensa de los desprotegidos ciudadanos a quienes sangraron los bancos, han resultado ser ingeniosos salteadores.

Los filantrópicos justicieros eran sólo refinados chantajistas. Y un ministro a cargo de la pieza clave del desarrollo económico moderno, la industria, era fulminado por ejercer lo que otro de sus colegas designó como «lo incompatible» con un gobernante. Puede ser fascinante, como objeto de análisis o experimento de laboratorio, esta aceleración del tiempo. Para el ciudadano, sobre cuya cabeza silban las balas, sólo es señal de alarma. Del Estado, poco a poco, van quedando sus escombros.

Lo de Soria, visto en frío, es mucho más extraño que alarmante. O sea, que es alarmante en grado extremo. Hay, primero, un movimiento que se exhibe fallido, al apuntar jaque mate sobre el ala del tablero en la cual no había pieza: Panamá. Hay, enseguida, contraataque en tromba del jugador, que cree haber constatado en su adversario el error fatal de un movimiento en falso. Y, en el momento mismo en el que el ajedrecista precipitado descubre por completo su juego, hay el jaque mate. Fulminante y en el ángulo opuesto del tablero. Aquel en el que la precipitación de la respuesta dejó indefenso al rey para centrarse en el rincón en donde nada sucedía.

La jugada es una obra de arte en estrategia. La cuenta off-shore de Jersey, de haber sido esgrimida como blanco primero, no hubiera generado más que costes menores: era tan legal cuanto moral o estéticamente inelegante. Por eso no se arranca de ella en movimiento inicial. Se busca hacer –y se consigue– que el incauto la niegue sin que haya sido hecha pública. Se consigue poniéndole un cebo suntuoso: la falsedad de que su nombre esté incluido en unos «papeles de Panamá», en los cuales se sugiere que pudiera estar, sin embargo, alguno de los nombres dorados del socialismo.

El ministro traga alegremente el anzuelo. Proclamándose ajeno a cualquier cuenta off-shore, sin más matices. Veinticuatro horas después, el inofensivo Jersey se trueca en mentira de Estado. Soria está muerto. Políticamente muerto. Para siempre.

La jugada es demasiado fina como para aceptar que venga de una cadena de azares. El cálculo de probabilidades no excluye que, arrojando al azar unas cuantas toneladas de letras y de signos de puntuación, salga el Quijote. Pero es poco verosímil.

Demasiada inteligencia y demasiado oportuna, como para venir de una lotería ciega. Los herederos acechan. Cuantos menos lleguen vivos al entierro del patriarca, más segura la herencia. Aunque podrida.

GABRIEL ALBIAC – ABC – 18/04/16