Al servicio del partido

SANTIAGO GONZÁLEZ-EL MUNDO

Es comprensible que el doctor Sánchez se haya rodeado de licenciados a su imagen y semejanza, cuidando, eso sí, de que no sobrepasen la brillantez del líder. Había dos claramente superiores a él: Pepe Borrell y FernandoGrande-Marlaska, pero no fueron problema porque ambos seguían la pauta de Katharine Hepburn. Cuando Joseph Mankiewicz la presentó a Spencer Tracy, ella dijo con su punto borde: «No es usted muy alto», a lo que el director de Eva al desnudo replicó: «No te preocupes, Kate. Él te pondrá a su nivel». Eso ha hecho Sánchez con sus listos: ponerlos a su nivel, a lo que ellos se han amoldado, tan pastueños.

El doctor Fraude lo ha hecho siempre así. El único criterio selectivo ha sido siempre la fidelidad. Recuerden su número dos en la legislatura pasada, Luena, tan César y nada, y al portavoz Antonio Hernando. Pudo cargárselos por sus limitaciones intelectuales, pero no fue el caso. Él no estaba capacitado para evaluar eso. Los destituyó por críticos. Es un suponer, porque sus sucesores, Ábalos y Lastra, son notablemente más incapaces pero mucho más leales.

Ya estaba dicho: todo lo que toca este tío lo envilece. Su eminencia gris, Iván Redondo, tiene una adjunta que se aplica con mimo a la tarea: la semana pasada pidiendo a todos los ministerios que le envíen argumentos contra el PP para alimentar la campaña del partido. La confusión de lo público con lo privado es el primer peldaño del totalitarismo y la corrupción. Al mismo género pertenecen la privatización del CIS, asaltado por José Félix Tezanos y los viernes con final feliz que ya ha empezado a organizar el Consejo de Ministras con dinero público, ese patrocinio de libre disposición que no es de nadie, según la tesis de la cantante Calvo.

Teresa Ribera fue la ministra de la Transición, avaló el informe de impacto medioambiental de la plataforma Castor, casi mil terremotos en el Mediterráneo. Lo que tiene impacto medioambiental para ella son los toros y la caza; por eso quiere prohibirlos. Está la ministra de Industria que conjuga por escrito el verbo haber sin h. La portavoz que conjuga en dosis tan armónica la incapacidad sintáctica y la mentira/ignorancia. Y frente a toda esa tropa, el solitario ejemplo de virtud de Pedro Duque, que creó una sociedad pantalla para pagar más impuestos, hay que joderse.

El logo malva de la huelga del 8-M, que evoca en su círculo y en su color al de Podemos. Solo falta que Iglesias plante en medio su foto como en las papeletas de voto de las europeas’14. Y ese logo, con la leyenda Tiempo de mujeres 8M 2019 se lo ha encasquetado Sánchez a la DGT, a la Guardia Civil, a la Secretaría de Estado de Igualdad, a la Agencia de Meteorología, al Instituto de la Mujer, a la Moncloa y al Grupo Parlamentario del PSOE.

Estamos a cuatro días de una huelga general que constituye un problema lógico. Con las huelgas pasa como con los derechos, que son comunicaciones que requieren toma y daca, lo que para unos es derecho para otros es deber. Hasta los comunistas lo decían en La Internacional: «No más deberes sin derechos, ningún derecho sin deber». A la del viernes se suman encantadas las ministras. ¡Y hasta la Reina, que ha vaciado su agenda! Vamos a ver si no se lían. No puede haber huelgas a las que vaya el empresario; eso sería la lucha de clases convocada por el sindicato vertical. La huelga del patrón es el lockout, pero ése es un concepto distinto.