ABC-LUIS VENTOSO

Un consuelo escuchar al Rey defendiendo las libertades constitucionales

CADA viernes al mediodía me planto ante una tele con un boli y me preparo para el asombro. Y reconozcamos que Isabel Celaá, esotérica ministra portavoz de Sánchez, jamás defrauda. A veces surgen lances de astracán, como cuando intentó emular a Gila: «Las bombas son de alta precisión y no se van a equivocar matando yemeníes». En otras ocasiones se viene arriba: «¡Este Gobierno está regenerando la democracia en todos los frentes!». Cierto, regeneración a tope. Siete ejemplos:

1.–Toma por decreto de la televisión pública para someterla al sanchecismo.

2. –El presidente no votado se niega a informar sobre cuánto costaron los vuelos-fiestuqui de los Killers y a comparecer para explicar las trampas de su tesis.

3. –Intento de anular de facto el Senado –porque el PP tiene allí mayoría–, vulnerando así la Constitución.

4. –Nula reacción ética ante el escaqueo fiscal del ministro cosmonauta, la multa de la CMNV a Borrell y el cachondeo festivo junto a un policía corrupto de una fiscal a la que Sánchez ha hecho ministra de Justicia.

5. –Alianza anticonstitucional para sostener a Sánchez mediante el apoyo de los separatistas que dieron un golpe de Estado hace un año (frenado por el 155 con apoyo de Sánchez, quien ahora se alía con aquellos a los que combatía).

6. –Aberrantes tropelías jurídicas, como fumarse la Ley de Seguridad, todavía en vigor, con una simple circular de Interior a la Policía (que está francamente irritada).

7. –Un socio preferente de Gobierno, Iglesias, que quiere abolir la monarquía y «el Régimen del 78» y busca plácet para los Presupuestos de España en la celda de un golpista.

Ayer Celaá convirtió la rueda de prensa del consejo de ministros en un mitin, algo insólito. Flageló a PP y Ciudadanos, a los que llamó desleales y exigió que no critiquen a Sánchez. Ramalazos autoritarios, que reflejan una forma de ver el mundo: quien no comparte el izquierdismo obligatorio es un mal ciudadano, ergo criticar a Sánchez, epítome del progresismo, es de políticos viles. Mientras la ministra regañaba a los partidos constitucionalistas, el comunista antisistema Iglesias viajaba a la cárcel para apañarle los presupuestos a su socio Sánchez en una inadmisible cumbre con los golpistas xenófobos presos. De eso, Celaá, ni una queja. Y así discurren los días bajo una impostura no votada que está horadando nuestra democracia. Por eso retumbó como un toque de cordura y un alivio una sencilla frase del Rey anoche en Oviedo: «Democracia y libertad es lo que representa y significa para España, para el pueblo español, nuestra Constitución». A pesar de la simulación que soportamos, estoy seguro de que una inmensa mayoría de españoles comparten sus palabras (de ahí que Felipe VI sea un objetivo de la izquierda antisistema y los separatistas). Y por eso acabo con lo que me pide el ánimo: ¡Viva el Rey!