Ampliaciones

ABC – 27/03/16 – JON JUARISTI

Jon Juaristi
Jon Juaristi

· No se frena el terrorismo con ampliaciones de derechos ni con otras purgas de Benito.

La universalidad ( sic) de las acciones yihadistas deben ( sic) combatirse sin las limitaciones de nuestros propios miedos e intereses. La explosión universal del terror no se combate con la limitación universal de las respuestas que restringen derechos sino con la ampliación de los mismos» (sic total). Extraigo este párrafo –glosado en la entradilla– del artículo de Baltasar Garzón y Dolores Delgado, jurista y fiscal respectivamente, publicado en ElPaís del pasado viernes («El Daesh y los fuegos fatuos»). Si lo entiendo bien, lo que acaso sea imposible para quienes no frecuentamos las páginas web de Feliciano de Silva, ambos autores proponen la ampliación de derechos como medio eficaz para combatir «la universalidad de las acciones yihadistas», cualquier cosa que tal cadáver exquisito signifique.

¿Ampliación de derechos a quién y de qué derechos? No hay una ley más vilipendiada por la izquierda y por el yihadismo que la Ley del Retorno del Estado de Israel, que concede la ciudadanía israelí a todo inmigrante judío que la solicite. Se trata de una ley promulgada en 1950, cuando, una vez terminada la guerra de la independencia, los judíos árabes huían a Israel desde sus países de origen, donde eran perseguidos y asesinados. Los refugiados judíos fueron fraternalmente acogidos por el Estado judío.

¿Cuántos Estados árabes hicieron algo parecido entonces por los refugiados palestinos, o lo hacen hoy por los sirios? La pregunta es retórica, aunque tendría la misma respuesta en ambos casos. Lo curioso es que, desde hace medio siglo, la izquierda de todo el mundo (exceptuando, claro está, la israelí, y no toda ella) exige la derogación de dicha ley identificándola como el fundamento mismo del apartheid que imputa a Israel, pero guarda silencio total ante la sistemática restricción de derechos de los no musulmanes en los países islámicos.

La progresía mundial, y más tozudamente la europea, se ha opuesto desde 1967, por puro antisionismo, a la Ley del Retorno, pero mira al techo cuando se insinúa la posibilidad de ampliar en cualquier parte los derechos de otros grupos religiosos perseguidos por el islam, como animistas, babistas, baha’í, drusos, yazidíes o cristianos coptos, armenios, ortodoxos, jacobitas, nestorianos, evangélicos y, en fin, católicos. La progresía es, como se sabe, cristófoba, judeófoba e islamófila.

Cuando se huele una ampliación de derechos para los judíos –por ejemplo, la concesión de nacionalidad española a unos cuantos descendientes de sefardíes– se monta el pollo. Por ampliación de derechos, a estas alturas de la película y cuando se han ampliado ya todos los ampliables a los grupos diferenciados autóctonos (cargándose de paso el principio de igualdad ante la ley allí donde ha podido hacerlo), la progresía europea entiende exclusivamente la concesión plena de ciudadanía a la inmigración mayoritariamente musulmana procedente de países islámicos.

No parece claro que la ampliación de derechos pueda frenar a un terrorismo rampante. Si de mi experiencia vasca puedo fiarme, diría que sucede más bien lo contrario. Pero no toda la izquierda ha sido siempre tonta. Ni siquiera progre. En 1992, Hans Magnus Enzensberger escribía lo siguiente sobre Alemania: «En ningún otro país del mundo se concede tanta importancia a la retórica universalista. La defensa de los inmigrantes se practica aquí con un gesto moralizador, no muy distante del más puro fariseísmo». Lástima de concesión final al estereotipo antijudío, que desluce un poco la exactitud de la crítica. En fin, no sé si todos somos Bruselas, pero ya todos somos Alemania.

ABC – 27/03/16 – JON JUARISTI