Apoteosis de la redención

HERMANN TERTSCH, ABC – 19/12/14

Hermann Tertsch
Hermann Tertsch

· Educamos desde hace ya varias décadas a los niños en la idea de que casi todo da lo mismo mientras nuestro pequeño mundo no se vea alterado. E insistimos en que nada merece realmente la pena de que suframos ningún mal ni disgusto. Sabemos que nosotros tenemos derecho a prácticamente todo. Pero también que los supuestos deberes son discutibles porque nosotros no los hemos elegido. A cambio sí debemos llorar siempre una lágrima por los males y la injusticias que sufren los más desfavorecidos. Y odiar siquiera un poco a los que son más poderosos y más ricos que nosotros, porque ellos son los culpables de todos los males que aquejan al mundo. Solo queremos paz para gozar de nuestros derechos que, como la propia palabra mágica indica, no se nos pueden quitar.

Como regalo divino, inalterable por las circunstancias, los sucesos ni el ser humano. Si se presenta pocos o muchos con actitudes violentas o amenazantes para imponer su criterio habrá que preguntarse qué motivos les mueven. Para concluir siempre que lo lógico ya es ceder. Darle lo que pide al que amenaza. Porque la paz es el bien supremo. Y no porque haya justicia, que no. Porque no peligra nuestra subsistencia. Al fin y al cabo, el mensaje que todo cachorro de ser humano recibe hoy en día en el mundo occidental, en las sociedades abiertas en las que aun existe libertad y orden y muy razonable bienestar, es que su único objetivo realmente esencial en la vida es permanecer vivo sobre la faz de la tierra el mayor tiempo posible. En ninguna época ha sido atractivo morir. Pero nunca como ahora está la gente dispuesta a todo por seguir vivo.

Gracias a este masaje cultural hemos logrado convencer a todos de que huir del conflicto es el fin supremo de la política. El gran precursor del apaciguamiento moderno fue Neville Chamberlain que fue a darle en Múnich a Hitler el algo –los Sudetes– para que éste dejara en paz a los británicos. A diario la brutalidad y el terror se imponen a la sociedad civilizada en miles de casos porque ésta ha perdido el concepto de resistencia. Si algo está claro es que el apaciguamiento jamás ha funcionado. Una regla sin excepción. Todo apaciguamiento fracasa. Cuanto más tarde, con más coste. Ahora asistimos a lo que es la apoteosis del apaciguamiento.

En el cine. Donde se canta a la gesta, a los valores y la lucha y las convicciones. La compañía Sony fue agredida hace semanas por hackers. Le robaron infinidad de datos. Películas no estrenadas, fondos de producción y muchos datos comprometidos e íntimos de gentes del cine. Algunos dieron el salto a los medios. El daño fue inmenso. La autoría fue reclamada por un grupo de hackers llamados «Guardianes de la paz», hoy sabemos que de Corea del Norte. Amenazaron con más y mayores agresiones si se estrenaba una película llamada «La entrevista» en la que unos periodistas reciben la orden de asesinar al dictador norcoreano. Este supo de la película y decidió que no se estrenaría. Y así será. Sony renuncia a estrenar la película y lo justifica: Por miedo. El gigante Sony y el mercado norteamericano se someten a las órdenes censoras de Kim Yong Un. Este gesto espectacular del peor y más cobarde apaciguamiento tendrá efectos inmensos.

Cada vez está más cerca el día en que renunciaremos a todos nuestros sacrosantos derechos a cambio no ya de sobrevivir, sino de evitar un peligro. Toda película, todo libro, periódico o programa podrá ser vetado por tiranos grandes o pequeños, cercanos o remotos si la amenaza es lo suficientemente creíble y contundente. La claudicación occidental ha saltado al estrellato.

HERMANN TERTSCH, ABC – 19/12/14