Alberto Ayala-El Correo

Las derechas (PP, C’s y Vox) empiezan a jugarse sus opciones como alternativa en España, y el papel de cada una, en la negociación para formar el Ejecutivo andaluz que sustituirá al de la socialista Susana Díaz y en sus primeros pasos

Ahora sí que sí. Los antiguos partidos del turno, las dos formaciones que se repartieron el poder en España durante tres décadas y media, PSOE y PP, han dejado de ser alternativa de gobierno en solitario. Y todo apunta que para una temporada.

El socialismo de Pedro Sánchez aún sienta sus reales en La Moncloa. Pero en condiciones de extrema precariedad y con la supervivencia a casi cualquier precio como único objetivo.

En cuanto al PP, ya no es su alter ego. De momento, y que nadie me obligue a precisar por cuanto tiempo, la alternativa a las izquierdas son las derechas, las tres formaciones que ocupan el espacio que va del centroderecha a la derecha extrema. Los Ciudadanos de Albert Rivera, el PPde Pablo Casado y Vox, el grupúsculo del alavés Santiago Abascal, que en los recientes comicios autonómicos andaluces del 2-D se ha estrenado como partido con representación en una institución tras años de batacazos electorales consecutivos.

La primera evidencia de esta nueva realidad, tras la desaparición de la escena del popular Mariano Rajoy y la llegada al poder de un Pedro Sánchez cuando olía mucho más a pasado que a futuro, ha sido el desenlace de las andaluzas celebradas hace cuatro semanas.

El jueves arrancó la legislatura con la constitución del Parlamento regional. Ciudadanos preside la institución y las derechas cuentan con mayoría en la Mesa, el órgano que dirige la institución. Pero ello no es la consecuencia de un acuerdo público a tres bandas, sino de un pacto PP-C’s de una parte, y de otro entre los populares y Vox.

Liberales de la gaviota –esta corriente ideológica, la misma que privatizó pisos y hospitales en el Madrid de Esperanza Aguirre y de Ana Botella en operaciones que ahora cuestiona el Tribunal de Cuentas, es la que parece haber cobrado más peso interno en el PP desde la llegada de Casado a la planta noble de la calle Génova– y liberales naranjas han rubricado también un acuerdo de gobierno de 90 puntos. Pero el líder regional popular, Juan Manuel Moreno Bonilla, sólo relevará a la socialista Susana Díaz en el sevillano palacio de San Telmo, sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía, si los parlamentarios de Vox le apoyan.

¿Que eso está hecho? Esa es mi impresión. Sobre todo porque los andaluces que han votado contra Díaz y han elegido a una de estas tres formaciones difícilmente perdonarían un desacuerdo que frustrara el cambio político en la única comunidad autónoma española que no sabía lo que era eso desde la restauración de la democracia en nuestro país.

Las derechas han empezado a jugarse en la partida andaluza sus opciones como alternativa colectiva de poder en España, así como el papel y el peso que tendrá cada una de esas siglas. Cualquier decisión que adopten en los próximos días y los primeros pasos que dé el nuevo Ejecutivo sevillano pueden ser relevantes.

 Uno sí, otro no

De momento da la impresión de que se vive un cierto atasco. El PP posa y no tiene reparos en hacer carantoñas políticas a sus ex de Vox. Pero C’s se niega. Los de Rivera han colocado en el programa de gobierno varios puntos en favor de la autonomía andaluza y de la mujer, que la derecha extrema rechaza de plano. Y el líder regional de los naranjas, Juan Marín, se niega en redondo tanto a hacerse la foto a tres como a dos con Francisco Serrano, su homólogo de Vox, ni a retocar el documento programático.

Los naranjas –sostén del PSOE andaluz en los cuatro últimos años y pieza clave del futuro Gobierno regional de derechas, en el mejor estilo histórico de los liberales alemanes del FDP– parecen condenados a sufrir en las próximas semanas. A dejarse unos cuantos pelos en la gatera que ya veremos si les impide o no liderar la troika de las derechas en otras autonomías y en el conjunto de España, cual es su aspiración.

Públicamente, el único que ha vuelto a oponerse a acordar con la derecha extrema ha sido el candidato que apoyan los naranjas a la Alcaldía de Barcelona, el exprimer ministro francés y exsocialista Manuel Valls. Pero en privado son bastantes quienes comparten su opinión, con lo que es muy probable que tengamos lío garantizado.

Descartado que la derecha extrema cogobierne la comunidad más poblada de España, labor que compartirán PP y C’s, parece muy probable que Vox exija a cambio de su apoyo al Gabinete de Moreno Bonilla algún tipo de decisión del próximo Ejecutivo andaluz acorde con su programa electoral. Algo que visualice en el resto de España que pintan en el Sur.

Y es que a falta de conocer cuando convoca Pedro Sánchez las generales, hay que recordar que el 26 de mayo se celebrarán elecciones europeas, municipales, forales en Euskadi y autonómicas en comunidades como Navarra. Y lo electoral manda en todos los grupos.

Por cierto, que el futuro inmediato del PP de Casado y del vasco Javier Maroto parece presentarse tan incierto en la vecina Comunidad foral navarra –algunos sondeos vaticinan que los populares se quedarán en mayo fuera del Parlamento de Pamplona, al que sí accedería por primera vez C’s– que acaban de lanzar un ofrecimiento al resto de las derechas, en particular a los regionalistas de UPN, para concurrir en una única lista. Objetivo: arrebatar al nacionalismo vasco el Gobierno navarro, que está en sus manos desde hace tres años y medio. Veremos si la sugerencia tiene algún recorrido. No parece sencillo que cuaje a tres bandas y no digamos ya nada a cuatro.