JUAN IGNACIO TRILLO LÓPEZ-MANCISIDOR ES ABOGADO Y MIEMBRO DEL FORO DE LA SOCIEDAD CIVIL -ABC  

DESPUÉS de décadas de un espectacular crecimiento, a pesar de algunas crisis, pero ya plenamente convertidos en un país europeo normal, muchos españoles convivíamos, al margen de la política que nos interesaba lo justo cuando teníamos que votar, y nos unían bastantes cosas que nos servían para superar nuestras diferencias. Nos unía nuestro orgullo de pertenecer a una gran Nación, de las más importantes en la historia del mundo, con una diversidad apasionante, llena de espectaculares monumentos, plenamente europea y democrática después de una transición ejemplar, y con un extraordinario desarrollo en los últimos cuarenta años. 

  Sin embargo, una gran mayoría hemos descubierto que una pequeña aunque importante parte de nosotros, los españoles, no sólo no nos aprecia sino que, después de siglos de convivencia, dice que les robamos y se quiere separar sin atender a razones y por las bravas. 

Eso nos lleva a preguntarnos cómo es posible si hace nada más que cuarenta años se habían manifestado clarísimamente unidos a nosotros. La respuesta a esa pregunta está en dos documentos que los españoles debemos conocer: la carta que el expresidente de la Generalitat, Josep Tarradellas, escribió el 16 de abril de 1981, al poco tiempo de abandonar su cargo, al director de «La Vanguardia», y el diseño del «procés» publicado en «El Periódico» el 28 de octubre de 1980. Ambos documentos se pueden leer íntegramente en internet, pero no puedo renunciar a reproducir a continuación algunas «perlas». En la carta de Tarradellas, transcribo textualmente: «Sepa que al día siguiente de haber tomado posesión el nuevo presidente de la Generalitat (Jordi Pujol), es decir, el 9 de mayo del año pasado, manifestó que se había roto una etapa que había comenzado con esplendor, confianza e ilusión el 14 de octubre de 1977, y que tenía el presentimiento de que iba a iniciarse otra que nos conduciría a la ruptura de los vínculos de comprensión, buen entendimiento y acuerdos constantes que durante mi mandato habían existido entre Cataluña y el Gobierno. Todo nos llevaría a una situación que nos haría recordar otros tiempos muy tristes y desgraciados para nuestro país». 

«Sé muy bien que ahora no se proclamará el Estado Catalán ni la República Federal Española, ni los partidos lanzarán sus militantes a la calle, ni los responsables de cuanto sucede morirán por Cataluña, nada de eso…». 

Para muestra bastan estos dos párrafos de la carta, pero recomiendo su lectura completa en internet. ¡Su clarividencia es desgraciadamente profética! 

El segundo documento, el diseño del «procés», realizado por Pujol y su equipo, cuando la debilidad del Estado era manifiesta y ya estaba en marcha su acelerado proceso de enriquecimiento familiar, y publicado por «La Vanguardia», contiene a lo largo de nueve extensos y detallados capítulos un programa completo, de más de 150 medidas específicas, para alcanzar la independencia utilizando, torticera y deslealmente, todo el poder y el dinero que la autonomía ponía a su disposición. Léanlo en internet. Es una explicación clarísima de todo lo que ha ocurrido estos últimos años y explica por qué una parte de los catalanes son hoy independentistas cuando no lo eran en 1978.

  Ambos documentos eran sobradamente conocidos por los dos grandes partidos y especialmente por sus líderes, que, a lo largo de casi cuarenta años, han preferido no sólo ignorar lo que se estaba haciendo en Cataluña, sino que han hecho y financiado increíbles concesiones que han conducido a la triste y dramática situación que hoy estamos viviendo. 

Esa actitud plenamente culpable de nuestros dos grandes partidos tiene una explicación muy simple: han antepuesto sus intereses partidistas a los intereses de España y no valen justificaciones oportunistas cuando esos dos documentos son irrefutables, los tenían que conocer y los hechos los confirmaban día a día. Lo que está en juego es la unidad de la Nación, o son culpables por ingenuos, algo que cuesta mucho creer tratándose de quien se trata, o lo son por actuar irresponsablemente, o lo son por anteponer sus intereses personales y partidistas a los que tenían la imperiosa necesidad de defender. En cualquier caso, culpables. 

Por eso, los españoles que queremos vivir unidos y en paz acusamos al PP y al PSOE de ser los grandes corresponsables de lo que está ocurriendo, porque no sólo no lo han evitado sino que irresponsablemente lo han facilitado con su política de cesiones y apaciguamiento. 

No sólo los acusamos por su responsabilidad en el pasado, sino que les conminamos, con la fuerza de una españolidad de siglos, para que cambien de actitud de ahora en adelante si quieren evitar tiempos muy tristes y desgraciados para nuestro país, como decía Tarradellas.