ABC-ISABEL SAN SEBASTIÁN

ETA sigue causando terror en las almas de los pusilánimes aunque sus pistoleros ya no maten

¿ SE imagina alguien un Día del Adiós o de la Expulsión celebrado en cualquier pueblo de España bajo el lema «fuera judíos», «fuera musulmanes», «fuera mujeres», «fuera gais» o «fuera negros»? ¿Sería concebible un Día del Inútil referido a esas mismas personas? No ¿verdad? Si cualquier autoridad municipal, peña popular o ciudadano particular tuviese la ocurrencia de convocar semejantes barbaridades, se enfrentaría de inmediato a un sinfín de denuncias que se saldarían con una condena segura, los medios de comunicación se le echarían unánimemente encima y todos los partidos políticos harían frente común para expresar su más firme rechazo. En España están prohibidas expresiones de odio de ese tipo formuladas contra judíos, musulmanes, mujeres, gais o negros. Son delito. De hecho, constituyen flagrantes delitos de odio manifestaciones de esa naturaleza lanzadas contra cualquier colectivo, excepto la Guardia Civil y la Policía. En su caso hay barra libre. Somos tan «demócratas», tan tolerantes… tan cobardes y desagradecidos que permitimos que se injurie impúnemente a los integrantes de nuestros cuerpos y fuerzas de seguridad como si les fuera en el sueldo aguantar lo que nadie más aguanta. En opinión de Ismael Moreno y otros jueces de la Audiencia Nacional, la Ley no les ampara a ellos. A ellos se les puede odiar, me

nospreciar, insultar, amenazar, zaherir y humillar a voluntad, por un salario mensual que pocas veces supera los mil euros netos y, sobre todo, porque el honor es su divisa. Porque a pesar de sufrir ese trato infame ellos cumplen con su deber y permanecen en su puesto, soportando lo insoportable y arriesgando a diario la vida por proteger la suya, querido lector, la mía y la de Ismael Moreno.

Lo sucedido estos días en Alsasua, Echarri Aranaz (cuna de mi llorado Salvador Ulayar, quien tuvo que exiliarse de su tierra después de que su padre, Jesús, fuese abatido de un tiro en la cabeza cuando caminaba por la calle con él, un chaval de 13 años) y otras localidades del País Vasco y Navarra produce tanta repugnancia como estupor, tanta indignación como vergüenza, tanta pena como rabia. ¿Y aún tienen nuestros líderes la desfachatez de decirnos que ETA ha sido derrotada? ETA sigue causando terror en las almas de los pusilánimes aunque sus pistoleros ya no maten. ETA ha impuesto su relato. En los nidos donde asentó históricamente sus camadas, las crías de esa bestia asesina se divierten hoy mofándose de quienes durante décadas le plantaron cara a costa de un sacrificio inmenso. Más de trescientos guardias civiles y doscientos policías murieron víctimas de atentados a lo largo de los años en esa pugna contra el terror, defendiendo nuestro Estado de Derecho, para verse obligados ahora a agachar mansamente la cabeza y apretar los dientes porque odiarles e injuriarles está amparado, o eso dicen, por la libertad de expresión. «Fiestas» lo llaman los hijos de Satanás que les señalan. Y, con el beneplácito de la Justicia, se dedican a escenificar supuestos actos de tortura en las calles, emulando los que sus mayores de la metralleta denunciaban sistemáticamente, siguiendo el manual del buen terrorista, en cuanto eran detenidos; pasean carteles exigiendo la marcha de los uniformados; abren puestos de «tiro al fatxa» o montan homenajes por todo lo alto a los etarras hijos del pueblo, tanto más grandiosos cuanto mayor número de víctimas acumulara el homenajeado. Ni que decir tiene que al frente de esos ayuntamientos ondean las insignias negras de Bildu y Geroa Bai, con quien Pedro Sánchez negoció su investidura y la socialista Chivite ha pactado el Gobierno foral.

¡De vomitar!