Bostezo

DAVID GISTAU – ABC – 29/11/16

· Rajoy, Fillon y Merkel. Es difícil pronunciar seguidos los tres nombres sin quedarse uno dormido antes de llegar al final.

En una competición de señores normales de Pontevedra, Rajoy y Fillon requerirían «photo-finish». Agréguese a Merkel. Cuando hasta Sarkozy había empezado a pegar gritos de falso «petit caporal» fletando barco en Elba para el regreso –ni los Cien Días le han concedido–, Rajoy, Fillon y Merkel pueden terminar cuajando en Europa un parámetro de tediosísima pero reconocible normalidad que sirva de antídoto contra el aventurerismo en la escombrera del bienestar provisto por el Estado.

Rajoy, Fillon y Merkel. Es difícil pronunciar seguidos los tres nombres sin quedarse uno dormido antes de llegar al final. De hecho, en una época de incertidumbres en la que es difícil sentirse literariamente atrapado en una sociedad demasiado conclusa, los tres hacen pasar por virtud lo que antaño habría sido considerado como un defecto: no ser emocionantes y carecer por completo de la rugosidad de un solo atributo que haga descollar su personalidad sobre la de cualquier opositor de notaría que una vez a la semana va a misa y al fútbol y a veces, los domingos, compra yemas de Santa Teresa.

Es un modo de ofrecerse a la Europa que aún conserva los recuerdos bélicos asociados a los antiguos dinamismos revolucionarios, a las fotogenias d’annunzianas, a los gabanes de cuello subido de los hacedores de nuevos porvenires. En definitiva, a los proyectos en los que una clase social o el destino manifiesto de una nación fueron declarados incompatibles con la burguesía liberal y esa democracia de mierda suya llena de dispersiones, complejos y retóricas parlamentarias. Si el pueblo delega –aunque no quiera: no siempre sabe qué le conviene– en una forma mesiánica de infalibilidad, ¿quién necesita parlamento?

El siglo XX, al terminar poco a poco de irse, nos ha dejado, en su estela de fuego, una morralla de personajes menores que practican la repetición como farsa. Pero que han proliferado en el resentimiento social y en el colapso del sistema erigido en el 45 con la voluntad específica de procurar a Europa un aburrimiento fecundo que la mantuviera alejada de la literatura épica. Quien anhelara gloria en Europa a partir del 45 tendría que hacerse terrorista –rojo o negro–: no se le iban a dispensar guerras, salvo las inevitables, y ésas las libraría USA.

Ahora nadie se acuerda, pero la morralla de personajes menores fue anunciada por la proliferación, en los anaqueles de las librerías, de libritos insurgentes pero breves cuyos títulos eran imperativos y venían todos entre puntos de exclamación. Desde entonces, no han dejado de conminarnos con gritos cuartelarios que ya escuchamos antaño y que, como antaño, declaran enemigo de «la Gente» a quienes no los acatan. Rajoy, Fillon y Merkel. Nada en ellos trae puntos de exclamación más allá de los que pueda haber en una reunión de escalera para discutir lo del ascensor. En términos políticos, son el regreso al matrimonio después de experiencias adúlteras, de aventuras terapéuticas.

DAVID GISTAU – ABC – 29/11/16