Santiago González-El Mundo

La portavoz del Gobierno compareció como suele, después del Consejo de Ministras para dar cuenta de sus cosas. La primera era una foto de Pedro con Barack. El ex presidente había viajado a Madrid para dar un parlevú, un bolo de 600.000 euros y ambos mandatarios hicieron un hueco en sus agendas para poder verse, por decirlo con el lenguaje hagiográfico del pedrismo.

El ex no visitó al presidente en La Moncloa, fue la montaña quien acudió a Mahoma; Sánchez se desplazó hasta el hotel donde su interlocutor iba a dar la conferencia y estuvieron unos minutos de charla, breve, pero interesante, al decir de Celáa: «Un encuentro entre dos personas que saben mucho de cómo puede dirigirse un país». Obama es el oscuro (dicho sea sin ánimo de señalar) objeto de deseo de las ministras progresistas españolas. Celáa emparenta con la Pajín del acontecimiento planetario que suponía el encuentro entre Obama y Zapatero. Encuentros breves, pero intensos, como los de Trevor Howard y Celia Johnson en la película de David Lean.

La ministra portavoz dio también cuenta de otra brevedad sin duda intensa, como el que mantendrán hoy el apolíneo Pedro y el gordito rubicundo de la Generalidad. Hay precedentes: el primero, la visita de Tarradellas a Suárez, el 28 de junio de 1977. Fue una entrevista dura, incluso bronca, en la que Suárez llegó a decir a su invitado «usted no es nadie más que lo que yo diga que es». Tarradellas confesó después que estuvo a punto de tirar la mesita de una patada y marcharse, pero pensó que «en nuestras peleas con los castellanos habíamos perdido siempre». Así que se contuvo y a la salida dijo a los periodistas que todo había ido muy bien y las perspectivas eran esperanzadoras.

Cómo comparar a estos dos hombres con quienes les sucedieron. Artur Mas, el menguante, fue a La Moncloa el 15 de septiembre de 2012 y allí se puso jaque y amenazador con Rajoy, sin que el presidente del Gobierno mandara llamar a los guardias para ordenarles «pongan a este tipo en el coche que lo ha traído y señalen al conductor el camino de salida». Rajoy aguantó el tirón y no fue hasta casi un mes después cuando dio cuenta de la humillación institucional a que había sido sometido por su visitante catalán. No se entienda tipo como una descortesía protocolaria. Me acojo al magisterio deFallaráscuando se refirió a la cajera de Caprabo a la que chuleó un dentífrico diciendo «aquella tipa». La portavoz hizo cumbre al anunciar que: «La legalidad va por un camino y la política por otro, y a nosotros nos corresponde hacer política». Marededéu, Montesquieu: «La libertad consiste en poder hacer lo que está permitido por las leyes, etc.» y no es que Celáa sea ágrafa ni carezca de lecturas, pero parece que El Espíritu de las leyes lo hojeó mientras veía los informativos de La Sexta.

El encuentro no puede dar mucho de sí y uno de los dos se la envainará por la parte ancha. El rubicundo Torra va a por todas: la independencia y la república. Pedro le recibe con lo puesto, que intelectualmente hablando es estar en pelota picada, confiando en que sus ganas de agradar basten para amansar a su visitante, que tampoco parece que vaya a hacer un gran gesto simbólico: arriar la bandera española del palacio de la Generalidad, aunque también está dentro de su tradición cambiar lo que ellos blasonan como primogenitura por las lentejitas de las transferencias.

Ah, Suárez y Tarradellas, cómo no echarles de menos en esta hora de los mindundis.