Caníbal por consenso

EL MUNDO 12/05/17
F. JIMÉNEZ LOSANTOS

AÚN NO había terminado de votar Rivera junto al partido de Chaves y la partida de Chávez –los compañeros del GAL y los camaradas de los asesinos de venezolanos demócratas– la moción para desenterrar a Franco y ya pedía

«el consenso que necesita una acción de este tipo». No hacía falta. Legalizar el asalto de tumbas por motivos políticos tiene asegurado un tipo de consenso, al menos entre los que aún pensamos que sacar a los muertos de la fosa es un acto de barbarie infame: no votarlos más.

Si un partido que se dice de centro liberal se unce a los responsables de la Guerra Civil y a los que quieren reemprenderla para exhibir a los muertos como trofeos políticos, obtendrá la sonrisa despectiva de la izquierda, pero habrá perdido el voto de la gente civilizada.

La derecha y el centro –de la izquierda de Chaves y de Chávez no cabe esperar otra cosa– ofrecieron ayer en las Cortes un espectáculo vomitivo: a la clásica y vil cobardía del PP –que se abstuvo, según Sánchez-Camacho, por falta de consenso para profanar una basílica y vengarse de un cadáver– se unió la vileza, no exenta de cobardía, de Cs. A unos dejé de votarlos cuando liquidaron al partido de San Gil y Ortega Lara; a los otros no los pienso votar más, porque si malo es el canibalismo, más repugnante es hacerlo por consenso. En lo ideológico, Rivera alcanzó ayer a Sánchez-Camacho, que pedía más gente para hacer en cuadrilla lo que le avergüenza hacer sola. En lo físico, está en condiciones de igualar a Rita Maestre y de recordar su primer cartel electoral, asaltando juntos –ella sólo con vaqueros, él sólo con las manos protegiendo la zona inguinal– una basílica de culto católico. Para la que, por cierto, necesitan el nihil obstat de Bergoglio. Lo tendrán.

La última vez que Ciudadanos cobardeó ante la Ley de Venganza Histórica, dijo Villacís que había cosas más importantes que cambiar el nombre de las calles de la Villa y Corte. Sin embargo, acabó junto a los que quieren revivir la Villa y Checa de Madridgrado. Yo creo que no hay cosa más importante en la política española que hacer frente a los asaltacapillas y profanadores de tumbas. Pero si TV3 rueda otra versión de La ciutat cremada, Rivera puede hacer el papel que se pidió Serrat: el del anarquista que baila con la momia de una monja. Con la de Franco, lo bordará.