JOSÉ IGNACIO TORREBLANCA-EL MUNDO

SOLO a última hora del domingo, cuando los votantes pongan sus cartas boca arriba, sabremos si la arriesgada apuesta de Sánchez-Redondo de convocar unas nuevas elecciones ha funcionado. Hasta ahora, si nos creemos las encuestas, no lo está haciendo. ¿Por qué? Hay dos razones.

Una primera tiene que ver con el aguante de Unidas Podemos. Sus votantes no parecen haber comprado el argumento de Sánchez-Redondo de que Iglesias es el responsable del fracaso de las negociaciones de julio y la fallida sesión de investidura. Y parecen seguir creyendo que la mejor manera de lograr que en este país se gobierne hacia la izquierda, como por otra parte Sánchez pide en cada intervención, es manteniendo su voto a Unidas Podemos. Por tanto, podríamos estar ante un error estratégico, en tanto que reforzar la dimensión ideológica (izquierda-derecha) y alimentar la expectativa de un gobierno de izquierdas sostenga en lugar de debilite a Podemos. O bien ante un error táctico, en tanto el PSOE de Sánchez no haya sido capaz de vender su relato a los votantes de Unidas Podemos. El resultado es el mismo: atasco del PSOE en las encuestas.

La segunda razón es Cataluña. Fueron muchos los que anticiparon que la sentencia iba a inflamar los ánimos entre los independentistas pero pocos parecieron prever que iba a darle un empujón electoral a Vox. Cierto que en las pasadas elecciones se sobrestimaron las expectativas de voto de Vox, pero que Cataluña insufle viento en las velas de Vox y las quite del PSOE tiene todo el sentido. Porque el PSOE necesita, por un lado, recoger para el PSC los votos de los independentistas coyunturales, los que se apuntaron a la causa a partir de la crisis económica del 2008, pero puede provocar la desmovilización de sus votantes en el resto del país si éstos perciben que es demasiado blando con el independentismo. Y aquí de nuevo, la campaña de Sánchez ha intentado hacer dos cosas contradictorias a la vez: mostrar dureza con el independentismo (renunciando a la plurinacionalidad, pidiendo reformas del Código Penal, la ley de medios y la indoctrinación en las escuelas) pero sin cerrarse el paso a una posible abstención de ERC.

El resultado es que si se confirman las encuestas, Sánchez tendría más difícil ser investido, primero, y gobernar, después, que con los resultados de abril. Iríamos a una investidura en el precipicio garantizada por abstenciones a ambos lados muy difíciles de compatibilizar, un gobierno débil en solitario con una geometría parlamentaria que forzará el recurso continuo al decreto-ley. Lo contrario de lo que necesitamos.