Cataluña, dos veces rota

EL MUNDO 05/07/17
F. JIMÉNEZ LOSANTOS

CUANDO el políticamente difunto Artur Mas emprendió la campaña de sedición y secesión, alta traición y prevaricación, malversación de fondos y demás delitos anejos al Golpe de Estado de la Generalidad, Aznar dijo una frase que nadie creyó: «Antes de romperse España, se romperá Cataluña». Rajoy podría haber retomado el argumento –que, sobre ingenioso, se ha revelado certero– para hacer algo al respecto, pero Don Rencoriano, antes de darle la razón al que todo se lo dio, prefiere echársela a los cuatro perros de Montoro que, según dice Martín Beaumont, le guardan la finca en Jaén.

Sin embargo, el vaticinio de Aznar se basaba en tres sencillos datos: el primero es la diferencia de poder entre un Estado multisecular y una institución que, legal y materialmente, depende de ese Estado; el segundo, el diferente tamaño del Todo, que es España, y la Parte, que es Cataluña; y el tercero y más importante: la división de la opinión pública de Cataluña sobre España es mucho mayor que la de España con respecto a Cataluña.

Aznar también le indicaba a Rajoy el camino a seguir: actuar sobre esa fractura de Cataluña y apoyar a la parte de la sociedad catalana que no comulga con las ruedas de molino del separatismo, y que, pese a toda la violencia simbólica y real que padece, se niega a romper su participación en la común empresa española. Es un milagro, por la escasa oposición posible a la tiranía político-mediática, pero es.

A partir de esa Cataluña partida, la España inteligente, cuya lerda casta política está también partiéndose, aunque a espaldas de una opinión pública hartísima de la insultante fanfarria separatista, podría restaurar los consensos nacionales básicos. No constitucionales, porque cabe urdir una Constitución como proponen los socialistas: afirmando y negando a la vez la soberanía nacional, que reside en todo el pueblo español y es fuente de legitimidad de toda legalidad. Ese engendro declararía a las leyes a la vez legítimas e ilegítimas, proyecto muy natural en el golpismo-leninismo de Podemos pero estúpido y suicida en el PSOE. Si ese partido aún existe.

¿Y el PP y su Gobierno? ¿Existen? No lo parece. Rajoy sigue financiando a la Cataluña golpista, no a la leal, y, de paso, ha roto a Ciudadanos, que duda si jugar o no a la reforma constitucional. Sería jugar a la ruleta rusa.