CDC, un partido arruinado por la corrupción y la deriva ideológica

EL MUNDO – 22/05/16 – EDITORIAL

· Artur Mas volvió a demostrar ayer que mantiene aún el control sobre su partido. Y que su renuncia a la presidencia de la Generalitat el pasado mes de enero en favor de Puigdemont no supone su abandono de la política sino que fue un estratégico paso atrás para seguir ejerciendo su influencia desde el que, pese a la crisis que atraviesa, sigue siendo uno de los principales partidos de Cataluña. Hasta el punto de que ha conseguido hacer desaparecer CDC, las históricas siglas que fundara en la Transición su padrino político, Jordi Pujol, para levantar sobre sus ruinas una nueva formación política que, según pretende, no arrastre las hipotecas de la corrupción y la deriva ideológica de la actual.

Así lo han decidido los poco más de 15.000 militantes convocados a la consulta, que ayer votaron mayoritariamente, con el 68% de los votos, enterrar el viejo partido y crear uno nuevo en un congreso que tendrá lugar entre el 8 y el 10 de julio. Resulta paradójico que el líder que ha llevado las siglas del otrora todopoderoso partido a su más bajo nivel de representatividad, influencia e imagen se presente como su redentor.

No hay que olvidar que en las últimas elecciones generales, las primeras en las que, desde 1980, no se presentaba junto a Unió, fue sólo, con el 15% de los sufragios, la cuarta fuerza más votada, por detrás de En Comú Podem, ERC y PSC, pasando de 16 escaños en el Congreso de los Diputados a sólo ocho. Pero además, el delfín de Pujol es el único responsable de que su formación, que en las elecciones autonómicas de 2010 logró 62 escaños y en las de 2012 bajó a 50, se desplomara en 2015 logrando apenas 30 diputados, la mitad de los 62 que consiguió Junts pel Sí, la coalición formada junto a ERC. Gracias a su alianza con los republicanos soberanistas de izquierda, CDC conserva la presidencia de la Generalitat en un gobierno cuyo único objetivo programático es la independencia de Cataluña y cuya estabilidad depende de la CUP, un pequeño grupo antisistema tan irresponsable como fuera de control.

Y ésa es sin duda la principal causa del desplome de Convergència. El que naciera como un partido conservador de talante liberal y credo católico ha distorsionado hasta extremos esperpénticos su ideología para confundirla con la de sus rivales políticos. En una enloquecida carrera hacia la independencia, bajo el pretexto de que el Gobierno del PP no quiso negociar un nuevo modelo de financiación que viniera a solventar la desastrosa situación de emergencia de la Generalitat, fruto de su fracaso de gestión, Artur Mas redujo su discurso a una sola consigna: la independencia.

Desde entonces, el nacionalismo moderado, que ha contribuido al desarrollo económico, social, cultural y político en la reciente historia de España, se ha quedado sin representación en Cataluña, y sus líderes han iniciado una carrera hacia ninguna parte que está llevando a la comunidad autónoma a la involución económica y a la división de sus ciudadanos entre partidarios y detractores de un proceso que sólo puede acabar en fracaso.

Pero hay otro factor importante para entender la huida hacia delante de Artur Mas. El reconocimiento de Jordi Pujol de que durante años mantuvo cuentas millonarias de origen incierto en paraísos fiscales para eludir la tributación es el símbolo de un partido que ha vivido de la corrupción política. Por más que la nueva formación que quiere poner en marcha Artur Mas pretenda maquillar el pasado, alguien tendrá que responder por el millonario fraude levantado en torno a Fèlix Millet y el Palau de la Música, por el que CDC mantiene 15 de sus sedes embargadas para hacer frente a posibles responsabilidades civiles. El cobro del famoso 3% por la concesión de obras públicas convirtió la comunidad autónoma en un lugar donde aquel que no se sometiese a las reglas del sistema clientelar levantado por el partido que más años ha gobernado en Cataluña no podía optar a hacer negocios.

Y a pesar de todo, parece sorprendente la ascendencia que mantiene Mas sobre el partido, porque los militantes no sólo han secundado su propuesta de crear una nueva formación, formulada explícitamente hace unos días en TV3, sino que han dado su apoyo a Francesc Homs para que repita como candidato en las elecciones del 26-J, pese a los malos resultados obtenidos en diciembre. Con la reelección de Homs, uno de sus hombres de confianza, y la creación de un nuevo partido, que será una herramienta del independentismo, Artur Mas se resiste a abandonar la escena política y a rendir cuentas por un pasado plagado de casos de corrupción y caracterizado por el fracaso de su gestión política.

EL MUNDO – 22/05/16 – EDITORIAL