Chantajes

JON JUARISTI – ABC – 29/05/16

Jon Juaristi
Jon Juaristi

· Resulta imposible competir en demagogia con Iglesias, pero los demás no aprenden.

Albert Rivera ha vuelto de Venezuela más o menos horrorizado, como Fernando de los Ríos de su viaje a la Unión Soviética, y recordando que los de Podemos cobraban del difunto Chávez. Ha replicado Pablo Iglesias que, para ser alguien que se opone a la concesión de tarjeta sanitaria a los emigrantes, Rivera se muestra exageradamente tiquismiquis con la situación de los derechos humanos en la patria de los parias de la tierra. Están ya en campaña, como se dice ahora, y es natural que se aticen pellizquitos de monja.

Que Rivera recuerde lo obvio no merece mayor comentario. El bolivarismo es antisemita desde su origen, como lo era el peronismo, pero los que auspiciaron el atentado contra la AMIA en Buenos Aires (85 muertos y 300 heridos, el 18 de julio de 1994) fueron otros mecenas del populismo morado, los mismos que financian a los terroristas de Hizbolá y a los que no se puede mencionar porque Obama los ha exonerado de pasadas culpas. Es cierto que los islamistas iraníes y los chavistas venezolanos se llevan estupendamente entre ellos y que comparten judeofobias y negacionismos, pero, a mí, con todo, me parecen más peligrosos para mi seguridad como judío los ayatolás que Maduro con todos sus gorilas.

Dicho lo cual, conviene añadir que lo de Rivera puede ser obvio, archisabido y hasta un poco tontín. La glosa de Iglesias mezcla en parecidas dosis cinismo e infamia, pero lo hace con algo más de inteligencia (lo que no implica que se le deba aplaudir). Iglesias le da a probar a Rivera su propio aceite de hígado de bacalao, es decir, la pretensión de superioridad moral que el de Ciudadanos restregó por los morros al resto del personal hace dos semanas, cuando denegó la condición de europeo a quienes no ayudaran a los refugiados. Por la boca muere el bacalao y hasta el abadejo o truchuela, pescados socialdemócratas. Iglesias, que va de piraña, maneja con algo más de astucia la retorsión dialéctica.

¿Debe concederse tarjeta sanitaria a los emigrantes? Depende de a quiénes y, sobre todo, de a cuántos. En épocas de inmigración masiva y caótica es el medio más eficaz para cargarte la sanidad pública y lo que quede de Estado asistencial. Eso lo sabe Iglesias perfectamente. Como afirma uno de sus autores favoritos, el neocomunista Zizek (Slavoj), abogar por la acogida indiscriminada a los refugiados es hipocresía de la peor especie. Quienes lo hacen, sostiene Zizek, «juegan a almas bellas, sintiéndose superiores al mundo corrupto mientras participan secretamente en él, pues lo necesitan como el único terreno en el que pueden ejercer su superioridad moral».

Por eso su exigencia de solidaridad radical con la famélica legión es mera cháchara, porque intuyen que el paso del dicho al hecho, como dice Zizek, suscitaría una revuelta popular en toda Europa. Una sangrienta revuelta que terminaría con el viejo, sucio y querido mundo donde pueden medrar chantajeando a buenistas, logreros o simplemente cobardes. Desde ese punto de vista, el cardumen socialdemócrata estará siempre en inferioridad de condiciones ante la demagogia de la extrema izquierda o del secesionismo.

La argucia de Iglesias estriba en que su argumento, el de Ciudadanos y la tarjeta sanitaria, será una memez, pero es de las que obligan a dar explicaciones farragosas que ningún buenista quiere oír, ni los de tu club. Me recuerda a lo que pasaba en la dulce Euskadi. Cada vez que los socialistas sostenían que los vascos no nacionalistas eran más que los nacionalistas, los del PNV replicaban: «Allá ellos (los socialistas), si quieren sumar sus votos con los de los fachas». Y los socialistas callaban mientras el PNV sumaba los suyos con los de ETA/Batasuna.

JON JUARISTI – ABC – 29/05/16