Chupiadolescentes

ABC 22/12/16
LUIS VENTOSO

· El terrorismo no existe en su mundo infantil y juvenil

EN la Edad Media, a los 40 el grueso de la población tenía tres o cuatro piños, un rosario de enfermedades y muchos boletos para dormitar pronto bajo un mantillo de tierra. Con el espectacular aumento de la esperanza de vida en Occidente, hoy la barrera de la juventud ronda la cuarentena. La longevidad y el confort de nuestro mundo han dado lugar a la «adolescencia perpetua», fenómeno bien estudiado. Se trata de personas que se resisten a asumir las responsabilidades que acarrea la edad adulta. Los síntomas de esa especie de edad del pavo perpetua son conocidos. Los deseos narcisistas del gran yo se confunden con la realidad. Se cultiva la transgresión por la mera transgresión. Falta estabilidad emocional. Prima la urgencia nerviosa del corto plazo. En lugar de comprometerse con los valores colectivos, se busca la autoafirmación cerrándose en un clan sectario. El síntoma que resume toda esta alergia al compromiso es posponer al máximo la hora de crear una familia y tener hijos, pues mermarían el ocio del Peter Pan sin nadie al cargo.

La adolescencia perpetua es un fenómeno cotidiano. Personas talluditas ancladas en «las cañitas con la peña» y «el domingo al estadio con los colegas», como a los 20. Cuarentones camiseteros que visten como un púber del Bershka (la corbata es anatema). Culto a la evasión con cartuchos de series televisivas y minuciosos debates sobre ellas. Gustos frikis, o «geek», que es como mola llamarlos. Partiditas de videojuegos noctámbulas. Viajes (si te quedas en tu casa eres un paria). Pasión por los eslóganes y alergia a hablar con datos y números. Exhibicionismo compulsivo en internet, telegrafiando el superego al segundo en las redes sociales.

Me he tomado la cansina molestia de repasar las cuentas de Twitter de Iglesias, Errejón, Tania y Rita en las 24 horas que siguieron al estremecedor atentado de Berlín, cuyos ecos debate toda Europa. Pablo Manuel, un joven de ¡38 tacos!, se limita a señalar en un único tuit: «Siguiendo con atención los acontecimientos en Europa. Condenamos con rotundidad. Nuestra solidaridad con las víctimas». Los «acontecimientos». No existe el atentado y por supuesto ni mentar al terrorismo islámico. Errejón, igual: «Atento a las tristes noticias que llegan de Berlín. Nuestra solidaridad con los familiares y amigos de las víctimas». Rita, Tania y el gran Garzón escriben varios tuits, pero ni uno habla de la salvajada.

Sus cuentas aparecen llenas de fotos de su clan y de meditaciones onanistas sobre la turrada de su cónclave de Vista Alegre. No falta un vídeo del perrito de Pablo Manuel, ni imágenes de Batman, Darth Vader, los Simpson. La adolescencia perpetua. A un partido que es el tercero de España nada le importa la amenaza terrorista, que ya golpeó a su país de manera lacerante en 2004 y podría hacerlo mañana. No les gustan la realidad ni las matemáticas, mundos ignotos. Todo se queda en brindis al sol, promesas quiméricas, construidas sobre el vacío de quien sabe que jamás tendrá que hacerlas reales. Una chupipandi inflada por tres televisiones frívolas, que les dieron cancha para jugar a los políticos de sol a sol. Gas infantil y juvenil en estado químicamente puro.