Santiago González-El Mundo

Uno de los okupas de Pedro Sánchez en lo público, José Félix Tezanos, presidente del CIS, ha demostrado la utilidad de sus servicios para su mandante. Ha trajinado los resultados más brillantes del PSOE en los 373 sondeos realizados por empresas públicas y privadas desde enero de 2015. No hay novedad. El CIS en manos del PSOE es una máquina de cometer errores. Recuerden el sondeo de las elecciones europeas de 2004, en las que se auguró una participación del 76%, con un error más/menos de 30 puntos, porque solo acudió a las urnas el 46% de los votantes españoles. Pronosticó la victoria del PSOE por 10 puntos y solo sacó dos de ventaja al PP.

Cinco años más tarde, sustituido el presidente Vallespín por Belén Barreiro, fue el CIS el único en pronosticar una ventaja, aunque pequeña, del PSOE sobre el PP. El resto de las metroscopias (y los hechos) dieron la victoria al PP por cuatro puntos. Con todo, la presidenta Barreiro fue fumigada por Fernández de la Vega en 2010 por haber atribuido al PP una ventaja electoral de 6,3 puntos sobre el PSOE. María Teresa era igual de sectaria que Carmen Calvo, pero más lista. Ya escribió Paul Sweezy, un economista marxista (como Alberto Garzón, pero con cabeza) que «el que paga al gaitero pide la tonada».

A Tezanos le sale que ganaría el PSOE con 9,5 puntos sobre el PP, ventaja que a la infraescolarizada Adriana Lastra le parece escasa porque el giro a la extrema derecha del PP y Ciudadanos les hará perder más votos. La otra gran noticia fue la entrevista de Pedro (Sánchez) y Pablo (Casado) en La Moncloa. La vicepresidenta Calvo, que nos leyó El Quijote sin caer en la cuenta de que Aldonza y Dulcinea eran la misma persona, anunció la reunión de ayer descalificando a Casado por xenófobo y por italiano, recordándole que debe lealtad (quería decir obediencia) a Pedro Sánchez por ser más joven. Impresiona el entusiasmo con que cantaba TVE la encuesta del CIS, sacando conclusiones de un sondeo realizado con un líder descabalgado por la moción de censura y ejerciendo de registrador en Santa Pola.

Después de tres horas de reunión en La Moncloa, Pablo Casado compareció ante los medios y lo hizo con solvencia, explicando con claridad sus posiciones y el contenido de sus mensajes a Sánchez, que chocaban con el silencio del presente del Gobierno en los asuntos mencionados, por ejemplo, en la persecución del juez Pablo Llarena sin que el Gobierno haya tomado medida alguna en defensa de la Justicia y de la Ley frente a los golpistas; la defensa de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado agredidos en la valla de Ceuta, sin que el Gobierno piense hacer otra cosa que la retirada de las concertinas anunciada por Fernando Grande-Marlaska.

Ha recordado la nula solución que supone el apaciguamiento de los golpistas y le ha pedido la recuperación del delito de convocatoria ilegal de referendos, aprobada en la última legislatura de Aznar y derogada por Zapatero en la primera ocasión que tuvo.

Fue una comparecencia solvente, ya digo. Uno, en su candor, esperaba que Sánchez rompiera su actitud renuente a la comparecencia ante los medios, pero no hubo suerte. Como ya hizo anteriormente, Sánchez puso para explicar la reunión a una doble de luces, Cristina Narbona, la circunstancia atenuante de Josep Borrell. ¿Y por qué razón delega el presidente en una señora que no estuvo en la reunión para que se la cuente a los periodistas? Misterio. Naturalmente, apenas tuvo preguntas.