¿Cómo que no hay fractura social en Cataluña?

PABLO PLANAS – LIBERTAD DIGITAL – 17/03/16

Pablo Planas
Pablo Planas

· El presidente de la Generalidad, Carles Puigdemont, afeó mucho a Pedro Sánchez que aludiera en el Congreso a la fractura social o crisis de convivencia en Cataluña. Desde Pujol, lo primero que hace un presidente de la Generalidad es decir a sus visitas o anfitriones, tanto da, que de Cataluña y lo que ocurre sólo pueden hablar los nacionalistas catalanes porque el «territorio» es tan complejo que sólo a ellos les resulta comprensible. En el caso de la política catalana, el resto del mundo no entiende nada a efectos de los Homs, Pons y Puigdemonts. Los demás no tienen ni idea y, más importante, la cosa es monopolio separata, como ciertos negocios en Sicilia.

De ahí que el sucesor de Mas a dedazo, hereu a su vez de Pujol, patriarca del catalanismo y de la familia con más cuentas en el extranjero de la historia de España, continúe con la tradición de marcar el terreno meándose en la pechera de quien tenga delante dispuesto a hablar del tema, problema o asunto de las rupturas, fracturas, quiebras, fugas y grietas causadas por el dramatismo, la alta tensión y el victimismo que rigen el discurso antiespañol.

Entre lo imposible y lo ocioso está determinar qué presidente de Gobierno, ministro de marina, de industria o exfuturo titular de exteriores ha sido más nefasto en su gestión del chantaje permanente y el «hecho diferencial». Lo que es obvio y cristalino es que en los últimos años la inmersión lingüística ha sido un fracaso educativo pero un éxito propagandístico que se resume en que, para no pocos habitantes de Cataluña, España roba, mata, encarcela y encausa porque en los propios de tal nacionalidad anidan el rencor y la envidia contra la Cataluña rica y plena. El modelo educativo catalán, además de prohibir hasta en el patio que los niños hablen la lengua de sus madres, ha extendido con eficacia la impresión generalizada de que el español, sea idioma o viandante, oscila entre lo malo y lo peor. Y para demostrarlo exhiben a Rufián y acallan de paso la sospecha de etnicismo; eso de la escasa calidad del hombre andaluz en comparación con el mosso catalán que escribiera Jordi Pujol.

Los ataques con asiduidad y pasividad d’esquadra a las sedes de los partidos «unionistas» no significan nada. Ni las amenazas contra los representantes de esos partidos. Los gritos por la calle que han recibido algunos políticos asimilados a la idea de lo hispánico tampoco son indiciarios de nada. ¿Qué fractura? Las manifestaciones a las puertas de un colegio o en la plaza del pueblo contra las pocas familias que se atreven a pedir que a sus hijos les enseñen también en español no son relevantes más allá de la defensa del «modelo» de las ampas, los comisarios lingüísticos y el pueblo en modo Fuenteovejuna. Al exprimer secretario del PSC, Pere Navarro, se le acercó una familiar de un concejal convergente de pueblo y le arreó un bofetón por «traidor» en medio de una comunión y tampoco es para tanto.

¿Crisis de convivencia en Cataluña? Se entrevista a un terrorista de Terra Lliure en TV3 sin mencionar sus crímenes y acabarán por otorgar un premio al programa por su objetividad, ética y respeto a los derechos humanos. Al cabo, se han escrito más panegíricos de Otegui en la prensa editada en Barcelona que en la del País Vasco. Hasta el cantautor Lluís Llach, presidente de la comisión constituyente de la república catalana, se llegó hasta Logroño para abrazar al Mandela blanco, según se glosó al personaje. Y el que se atreve a discrepar de todo esto y del proceso es un cavernícola recalcitrante, un malvado unionista, un agente colonial, un facha, machista, antidemócrata, maltratador, católico y seguro que protaurino también.

¿Te enteras, Sánchez? Que no te vengan con milongas. Te lo dice Puigdemont: «Que a Navarro le soplaron un moco… Eso le pasa por no estar en el derecho a decidir. Mira lo bien que le va a Josep Maria Àlvarez, el de la UGT. Habla con él, Pedro».

PABLO PLANAS – LIBERTAD DIGITAL – 17/03/16