Ferrer Molina-EL ESPAÑOL
La carta más hermosa de despedida a Albert Rivera, descontando la que en estas páginas le dedicó su amigo Juan Carlos Girauta, la ha escrito Arcadi Espada en El Mundo. Cuánto no admirará a Albert, que después de ensuciar su nombre llamándole narcisista, frívolo, desleal, insensato, maniático y mediocre, maldice, igual que haría el amante despechado con la amada, su marcha.  

«Asumir la responsabilidad habría sido trabajar; reconocer los graves errores tácticos de la última época», clama Arcadi, y «una vez hecho esto, poner el cargo a disposición de las conclusiones de esa reflexión». Así pues, Rivera debería haber actuado como Pablo Iglesias con su chalé: convocar una consulta en el partido para después poder decir, como él, «las bases me obligan a seguir».     

 Aunque parezca imposible, las elecciones del domingo no se recordarán sólo por el artículo de Arcadi. Son las elecciones en las que el presidente que entra en los libros de Historia por sacar los huesos de Franco del Valle de los Caídos pierde 760.000 votos y tres escaños, diecisiete días después del acontecimiento.
Habrá quien oportunamente añada que Pedro Sánchez ha perdido 760.000 votos y tres escaños al poco, también, de un buen puñado de viernes sociales, de una docena de CIS de los de Tezanos, de haber convertido la Moncloa en un plató, de haber prometido traer a Puigdemont de Bélgica para meterlo en la cárcel, y de anunciar una enmienda a Zapatero para que la convocatoria de referéndums ilegales resucite en el Código Penal. En realidad, produce vértigo pensar qué habría sido del presidente sin todos estos adornos. 

En cualquier caso, hay que reconocerle a Sánchez el mérito de resolver en menos de cuarenta y ocho horas un acuerdo de gobierno con Podemos que fue imposible concretar durante cinco meses de negociaciones intercaladas con largos viajes internacionales, tan arduas que llegaron a robarle el sueño. Es digna de admirar semejante capacidad resolutiva en quien presume de firmes convicciones y no ser veleta. 

Las elecciones han dejado un país… distinto. Se convocaron sobre los ecos del «¡con Rivera, no!» y ciertamente Rivera ya no está. Continúan hoy con una reunión de Lastra y Rufián que demuestra que Junqueras, que no estaba, vuelve a estar.

Al menos, siempre nos quedará Tezanos. Tras haber pronosticado a su partido treinta escaños más de los que ha conseguido a la hora de la verdad, ha tranquilizado a sus fans garantizándoles que él no es como otros: seguirá. «No soy adivino ni el CIS una casa de adivinanzas», ha dicho. Pues eso.