Luis Haramburu Altuna-El Correo

¿Alguien se imagina en serio a un ministro de Podemos en una cartera económica? Un Gobierno social-lideral sería la mejor fórmula para regenerar España y afianzar nuestra democracia

Con Rivera, no», decían los eufóricos militantes del PSOE en la noche electoral ante la sede de Ferraz. Una y otra vez se ha recurrido a aquellos gritos del 28 de abril para hacer valer la supuesta oposición de la militancia socialista a un eventual pacto con Ciudadanos para conformar un Gobierno de mayoría. Recientes encuestas, sin embargo, indican que un gran sector de los votantes del PSOE se inclinaría como opción preferente por la colaboración de ambos partidos en el Gobierno.

No siempre una algarada callejera ha de ser tomada como la expresión una voluntad inequívoca de quienes se manifiestan. ¿Qué garantía existe, además, de quienes gritaban a coro ‘con Rivera, no’ fueran todos militantes socialistas? Basta recordar que el 30 de septiembre de 2016, cuando en la sede de Ferraz los socialistas debatían sobre las famosas ‘líneas rojas’ que supondrían la dimisión de Pedro Sánchez de la secretaría general, entre los entusiastas manifestantes que le apoyaban se encontraba nada menos que el mismísimo Quim Torra, quien, aprovechando su paso por Madrid, acudió a expresar su respaldo al ahora presidente en funciones.

¿Quién sabe cuántos de los entusiastas voceadores del no a la colaboración con Rivera eran de otros partidos a la izquierda del PSOE? ¿Cuántos Quim Torra vagaban por la calle Ferraz? El mismo Pablo Iglesias ha utilizado una y otra vez las voces de aquella noche para exigir a Sánchez su sillón en el Consejo de Ministros. Sea como fuere el grito de ‘con Rivera, no’ no deja de ser una anécdota que conviene relativizar tras los dos últimos resultados electorales.

Es una obviedad que Sánchez carece de una mayoría suficiente para gobernar. Lo lógico sería que lo hiciera con quien si puede otorgársela. Con Podemos, decreciente y en profunda crisis interna, no alcanza la mayoría. Además, lo último que conviene a la consolidación de la democracia española es un Gobierno con ínfulas de Frente Popular. ¿Alguien se imagina, en serio, a un ministro de Podemos a cargo de una cartera económica o a Pablo Iglesias convertido en poderoso vicepresidente con mando en la Moncloa? Parece que, por el momento, tendrá que resignarse con colaborar en un «Gobierno de colaboración», sea eso lo que fuere. A lo mejor lo nombran subsecretario de algo. Aunque el PSOE no descarta nada. Por si acaso.

Un presidente no debe gobernar para los militantes de su partido, ni siquiera para quienes le han votado. Debe gobernar para una mayoría de ciudadanos que, le hayan votado o no, han optado por dibujar un espacio de centro-izquierda donde se articulen la estabilidad, la prosperidad y las reformas urgentes que la nación demanda. El PSOE por sí solo no puede garantizar una estabilidad a medio plazo, ya que carece de la mayoría necesaria. Tal vez podría gobernar solo, pero hacerlo supondría someterse al vaivén de las circunstancias y al humor de sus esporádicos compañeros de viaje.

Lo que España necesita es estabilidad y fortaleza para garantizar una legislatura que aborde viejos problemas sin resolver y acometa las reformas precisas para adecuar nuestra Constitución y solventar pleitos que minan la convivencia y debilitan nuestro sistema democrático. Los problemas y los desafíos a los que España ha de enfrentarse en los próximos años son conocidos y la mayoría de los partidos constitucionales coincide en su diagnóstico. El paro endémico, la emergencia demográfica, las tensiones secesionistas, la necesaria adecuación constitucional a la España del siglo XXI, la profunda revisión de nuestro sistema educativo y la modernización de nuestro tejido industrial y económico son los que urge abordar desde un Gobierno fuerte, solvente y mayoritario. Lo deseable sería una coalición a tres entre el PSOE, el PP y Ciudadanos, pero la razón práctica indica que únicamente Sánchez y Rivera pueden lograr el acuerdo. Ya lo hicieron en 2016 cuando Sánchez optaba a gobernar España. Y lo pueden volver a hacer dejando atrás las hipérboles de la campaña electoral y las inquinas personales que poco importan a la ciudadanía. ¿Dónde está escrito que para gobernar juntos haya que yacer en la misma cama?

Tras ganar las dos últimas elecciones, Sánchez se ha librado de las hipotecas que pesaban sobre él tras la moción de censura que lo aupó al poder. Si regresa al escenario del ‘Gobierno Frankenstein’ España saldrá perdiendo, pero también la posible regeneración de la socialdemocracia aquí y en toda Europa. La socialdemocracia necesita ser repensada para acertar en las respuestas a las nuevas preguntas que el nuevo contexto económico y político plantean. Errará la socialdemocracia si se inclina por soluciones de carácter populista o izquierdista. La socialdemocracia debe regresar a sus orígenes liberales e ilustrados para, desde allí, resetear un nueva utopía y un nuevo modelo social y político.

Un Gobierno social-liberal sería la mejor plataforma para regenerar España y afianzar nuestra democracia. Los únicos que deben temer una conjunción de socialistas y liberales son quienes viven y medran en la inestabilidad institucional y en el barullo de las emociones. Ahora que Sánchez se ha librado de sus acreedores es cuando puede demostrar su talante de estadista. Bastaría con que ‘reseteara’ su política catalana y regresara al ámbito constitucionalista que nunca debió abandonar. En Ciudadanos tendría un excelente compañero de viaje en su regreso a la centralidad política.