Cuidado con distraerse

ABC 31/01/17
HERMANN TERTSCH

· Tendrán pronto mucho votante al que despreciar también en Europa

ES muy comprensible que las opiniones publicadas estén muy irritadas con un personaje como Donald Trump, que tiene muy mal gusto, muy malos modales, escasísima sensibilidad y empatía con el adversario, y encima cumple sus promesas. «Sus amenazas», se apresurará a matizar el coro multitudinario, desde la extrema izquierda norteamericana o europea hasta los patricios biempensantes de la política y la cultura, tan exquisitos que creen que todos quieren ser como ellos. Por eso se reían tanto de quienes tenían la osadía de proponer desde el Reino Unido irse de la UE. ¿Adónde se van a ir? Y se ríen de los que votaron a Trump, esos «descerebrados», «paletos», «imbéciles», «incultos», según las plumas más finas del Viejo Continente. Trump no tiene empatía, pero ellos mucha. Hablan de descerebrados quienes dan clases en universidades en las que se debate si se deja de estudiar a filósofos por ser blancos o cuántos retretes para transexuales hay que poner cerca de los cuartos de confort donde pasan las crisis de ofensa los estudiantes.

Pero no solo las almas finas se indignan con la nueva Administración. También gentes de peores modales. Ahí están las agencias de la ONU, con sus huestes de funcionarios corruptos, dictaduras, satrapías y demás glorias de la probidad que regañan a la Casa Blanca por ser «mezquina» e «inhumana». Términos jamás utilizados para los Castro por los miles de cubanos que se han ahogado entre tiburones por huir de la pesadilla comunista, o para Maduro, que tiene a su oposición en mazmorras y a tres millones de venezolanos comiendo basura. Ni para Assad en Siria, ni para la Rusia de Putin, que mata a quien molesta, ni para China por sus campos de trabajo esclavo. Hasta la alcaldesa comunista de Madrid, cuya banda gobernante de antisemitas, apologistas del crimen y expertos en ocupaciones y otras violaciones impunes de derechos del prójimo se permite paralelismos entre Trump y Hitler, nada menos. Así trivializa el nazismo. Ella, con su ideología comunista con más de cien millones de asesinados a cuestas. Con sus ofensas de grosera ausencia de todos los actos y ceremonias de los judíos madrileños. Con su concejal Zapata, ese que se ríe con la ceniza de los judíos del Holocausto.

El problema que tienen todos los enemigos de Trump a tiempo completo es que descuidan sus otros frentes. Porque en Europa tienen nuestras almas finas de política y cultura cada vez más ciudadanos a los que despreciar e insultar llegado el caso. Como si fueran vulgares votantes de Trump. Cada vez son más los que han rumiado su frustración lo suficiente como para perder el miedo a votar fuera del redil. Y eso no es culpa de Trump ni de los ignorantes norteamericanos a los que gustan las armas y su libertad de criterio, sino del desprestigio que los partidos tradicionales cosechan en todo el Viejo Continente. Con su inacción, corrección y eufemismo. La combinación tóxica del fracaso que recorre toda la UE. A ver qué hacen el día 15 de marzo con Holanda si los despreciables son mayoría. Y el 23 de abril y 7 de mayo en Francia, donde los descerebrados pueden ser la mitad del electorado. Y en septiembre se verá qué pasa en Alemania. Y en Italia. Y ya veremos aquí. A ver si consiguen con sus lloriqueos y campañas contra Trump impedir que los ciudadanos en Europa, a falta de un Trump, voten a una extrema derecha que muestra menos desprecio por sus temores y necesidades. Trump tiene muchos defectos, pero con la que puede montarse en Europa con el fracaso de tanta exquisitez socialdemócrata de derechas e izquierdas puede que acabemos rezando por tener alguien como él.