De Riverita a Señor Rivera

EL MUNDO 04/08/16
TEODORO LEÓN GROSS

Rajoy citó a Lao-Tsé, tal vez sin saber que citaba a Lao-Tsé: «Un viaje de mil millas comienza por un primer paso». Las máximas de Tao Te King encajan como un traje sastre al maestro taoísta Ra-Joy, con inclinación a la filosofía de la simpleza: «Un vaso es un vaso» o «después del año 14 viene el año 15». Pero, en definitiva, el presidente aguardaba el momento de activar la hoja de ruta, y ayer sintió que al fin podía dar el primer paso. Durante las semanas posteriores al 26-J, con los vetos anunciados en campaña aún calientes, los capitostes socialistas y ciudadanistas sólo podían congelar el diálogo. Ahora parece terminar la glaciación. Comienza el viaje de mil millas a la investidura.

Rajoy no podía plantear ofertas atractivas en julio porque, al margen de su valor real, habrían acabado en la basura. El no de PSOE y C’s estaba descontado; del mismo modo que Aznar no podía esperar nada de CiU en los días posteriores a la celebración electoral del «Pujol, enano, habla castellano», y necesitó dos meses hablando catalán en la intimidad. Rajoy debía dejar correr el reloj de la democracia con ese reputado dontancredismo suyo hasta intuir, como sus admirados grimpeurs del Tour, el momento de demarrar. «El mejor modo de predecir el futuro es crearlo», sostiene lincolnianamentePeter Drucker; y ahora Rajoy ya puede empezar a trabajar en ello.

C’s ha puesto en valor la autonomía de sus 32 escaños pero antes o después debe caer, como la manzana madura en manos de Newton, por la fuerza de la gravedad de la lógica política. En su militancia ya crece el descontento por el bloqueo radical al Gobierno: «No nos podemos explicar en la calle». La frase se la han hecho llegar precisamente desde Andalucía, donde un año atrás facilitaron la investidura al PSOE a pesar de los ERE y otros escándalos. Y lo peor que le puede pasar a un partido es no poder explicarse en la calle. Desde las bases no se ve incompatible el mandato de regeneración con la respuesta política al desafío independentista o los presupuestos sin anclarse tácticamente en una abstención tecniblablablá.

De momento Sánchez celebra la entente de «las derechas» –qué cosas, ¿no eran su pareja de baile sólo cuatro meses atrás?– pero él sólo ha superado una ronda. Al final, ante los 170 síes previsibles, no podrá resistir la presión de una tercera vuelta. Y la obsesión por sobrevivir a las guerras intestinas del aparato le habrá llevado a sacrificar, como se lamenta Felipe, la proyección social. En lugar de negociar reformas convirtiendo el problema en una oportunidad, ha convertido la oportunidad en un problema. Pujol, en 1996, pudo exhibir ante los suyos un gran éxito negociado con Aznar; y Snchz parece condenarse sólo a una incómoda bajada de pantalones.

Rivera ha de fijar ahora su cuota de protagonismo para orientar la agenda. Hasta ahora Rajoy marginaba al número uno de C’s silenciando su nombre, como con los corruptos del PP. En Génova si acaso lo llamaban Riverita, con esa práctica casposa tan española de humillar con el diminutivo. Ayer Rajoy se refirió a él solemnemente como «el señor Rivera…». Riverita ya es el señor Rivera, no sólo en la intimidad. Es su momento.