IGNACIO CAMACHO-ABC

¿Pero qué broma es ésta? ¿Qué basura siniestra? ¿Después de 857 asesinatos piden perdón selectivo por las molestias?

EL lenguaje de ETA se ha vuelto líquido, buenista y relamido para envolver su cinismo en una pátina posmoderna, como si para dar forma a esta claudicación a plazos hubiese fichado a algún escribidorcillo con ínfulas de poeta. Algo hemos avanzado: en vez de asesinar gente y escupir luego sobre sus tumbas agravando los crímenes con ofensas, ahora imposta la banda una contrición mojigata, ondulante, afectada, edulcorada con una prosa de cursilería farisea. El discurso, por llamarlo de alguna manera, es el de los otegis y demás terroristas reconvertidos en santurrones que pretenden despachar el holocausto pidiendo perdón por las molestias. No se trataba de nada personal, «lo sentimos de veras», era cosa de la lucha armada y tal pero ya no tiene arreglo, de modo que vamos a llevarnos bien y a hacer borrón y cuenta nueva. Y una mmm… mierda. Si se quieren rendir que se rindan de una vez, pero sin insultar nuestra inteligencia.

Porque, vamos a ver, qué es eso de la disculpa selectiva «a los ciudadanos y ciudadanas sin responsabilidad alguna», menuda jeta. ¿Es decir, que había víctimas que sí tenían responsabilidad y están por tanto bien muertas ¿Con qué clase de desfachatez pretenden que nos traguemos esa monserga? ¿De qué eran responsables Ernest Lluch, Miguel Ángel Blanco, Fernando Múgica, Tomás y Valiente, López de la Calle o Fernando Buesa? ¿De qué Gregorio Ordóñez, el doctor Cariñanos, el matrimonio Jiménez Becerril o el concejal Carpena? ¿O es que sólo se arrepienten, en el dudoso caso de que realmente se arrepientan, de haber matado a los clientes de Hipercor, a los hijos de los guardias de Zaragoza y Vic, a los daños colaterales (?) de su maldita y unívoca guerra? ¿Y los militares? ¿Y los policías? ¿Y los empresarios? ¿Y los miembros de la judicatura y de la prensa? ¿Ha habido muertos de segunda y de primera? ¿Pero qué broma es ésta? ¿Quién ha redactado esa basura siniestra? ¿En serio creen que alguien en sus cabales puede aceptar unas disculpas tan torticeras?

Pero aún hay más desvergüenza, pasen y vean. Todavía se permiten sentir «lástima» porque la sociedad democrática dé prioridad a la batalla del relato frente a la amnesia. Y presumir de «empatía respecto al sufrimiento causado» por su propia violencia. Qué extraordinaria sensibilidad, qué exquisita delicadeza. Resulta que estábamos ante unos caballeros y no nos habíamos dado cuenta.

Quedan alrededor de 300 atentados –197 mortales– por aclarar, y quedan 857 lápidas, cientos de heridos, miles de familiares con las vidas deshechas. Queda la memoria de un crimen de lesa humanidad, moralmente imprescriptible, un designio totalitario de sangre y fuego que no tiene derecho a la indulgencia. Y después de haber perdido nos hacen el favor de ofrecer, tarde y mal, unas excusas abyectas. Se las podían haber ahorrado porque de todos modos no los vamos a perdonar. De veras.