El Correo-ANDONI UNZALU GARAIGORDOBIL

En estos tiempos en los que los populismos buscan quebrar el Estado liberal, y la izquierda se resiste a defender los principios liberales de las democracias, es más necesario que nunca defender el liberalismo democrático. Las revoluciones neoliberales de Thatcher y Reagan han pervertido la palabra liberal, con espectáculos morbosos como Esperanza Aguirre reivindicándose como ‘liberal’.

1.- El único soberano es la persona. Cuando los populismos reivindican soberanías primigenias y virginales (tanto de la ‘gente’ como de la nación), el liberal dice que la soberanía no existe. La soberanía popular es una contrametáfora para arrancar el poder al Rey y al Estado absoluto. La soberanía, como la capacidad de decidir cualquier cosa, da igual que sea la asamblea popular o el tirano, es algo que siempre niega el liberal.

2.- La única libertad que existe es la individual. Los montes o ríos no tienen libertad, la única libertad es el ejercicio de la voluntad individual. Es, por ello, necesariamente individual. Los únicos que tienen libertad o carecen de ella son las personas. Cuando los soberanistas de Cataluña dicen que no tienen libertad hay que preguntar cuándo un catalán tiene menos libertad que uno de Albacete. La libertad crece en el ámbito en que se prohíbe actuar al Estado o a las mayorías. Es decir, mi libertad personal depende de la prohibición de la soberanía del Estado o de otros.

3.- Puede haber un Estado liberal no democrático pero no un Estado democrático no liberal. Ha habido Estados liberales no democráticos, pero liberales, que ponían límites a los poderes del Estado y garantizaban un espacio de vida privada inviolable, pero que no permitían la participación. Pero lo contrario es imposible; no puede haber un Estado democrático que no respete los principios liberales de límites al poder del Estado o de las mayorías. Ni uno que permita a las mayorías imponer el modo de buena vida a las minorías.

4.- Desconfía de todos los poderes. El liberal desconfía del poder de las instituciones públicas, y de los poderes económicos y de las asambleas populares. Pedirá que se pongan límites a los poderes, y de estas prohibiciones surgen las ‘libertades negativas’: en lo que nadie puede decidir por mí, está mi libertad. No puede haber una persona políticamente liberal que defienda el mercado desregulado; eso es una impostura. Para que haya libertad de mercado debe haber normas que garanticen la igualdad de oportunidades para todos. Un exceso de concentración de poder económico anula el libre mercado y esclaviza el ámbito político haciendo desaparecer, en la práctica, libertades personales y derecho a participar en las decisiones colectivas de los ciudadanos libres.

5.- La democracia representativa es más democrática que la plebiscitaria. Oímos que el sistema de representación es antidemocrático, que la democracia directa de la ‘gente’ es mejor. El liberal contradice de forma radical estas afirmaciones. La única forma de materializarse una decisión colectiva es binaria; pueden votar a favor o en contra de algo, y la decisión mayoritaria es la única que adquiere representación en las instituciones. La democracia plebiscitaria es de suma cero; lo que unos ganan otros lo pierden. Con el sistema de representación, la opinión siempre plural tiene una representación más real y democrática en las instituciones. Los representantes encarnan de forma más veraz las opiniones que el resultado de una votación plebiscitaria.

6.- Ten cuidado con los referéndums. Está de moda decir que expresan mejor la voluntad del pueblo que las elecciones de representantes; ya hemos visto que no. Los grandes impulsores de los referéndums siempre han sido los totalitarios, empezando por los plebiscitos de Napoleón III. Eso nos debería hacer reflexionar. Los referéndums binarios crean división social y frustración entre los perdedores. Otra cosa es que se utilice el referéndum para ratificar o no decisiones importantes acordadas por la representación política.

7.- Un mínimo de bienestar es necesario para poder ser libres. Una persona sujeta a la dictadura de la necesidad no tiene capacidad de elección. Deja de ser libre. Para poder ser libre, para elegir entre diferentes opciones ante la vida, las personas deben tener unos mínimos materiales cubiertos, que le garanticen no ser esclavo de la necesidad en manos de los poderosos. En sociedades de gran desigualdad el Estado democrático liberal pierde su legitimidad social, y se acaba por dinamitarlo con propuestas populistas y totalitarias. Es lo que nos está pasando. Hace décadas que no hay una concentración de la propiedad tan grande como ahora.

8.- Al Estado le prohibimos hacer cosas para garantizar nuestra libertad, pero le obligamos a hacer otras para garantizar la vida digna. El liberal no defiende al ciudadano irresponsable y la igualdad material de todos, independiente del esfuerzo que haga cada uno, pero sí la igualdad de oportunidades. La desigualdad de cuna es un hecho objetivo que rompe la igualdad de oportunidades; el liberal quiere obligar al Estado a hacer esfuerzos por garantizar a todos unos mínimos de vida digna y la capacitación para la lucha por el propio futuro. El liberal siempre debe defender servicios públicos universales de sanidad y educación y pensiones suficientes para todos.

9.- La Constitución. Es el gran invento liberal. Es la materialización de un pacto con el que creamos una realidad externa a todos los poderes y agentes sociales, y lo ponemos por encima, de forma que todos deban respetarlo y nadie pueda, de forma unilateral, modificarlo. Es aquí, en los principios constitucionales, donde imponemos límites a los poderes, definimos los procedimientos de decisión y donde imponemos al Estado las obligaciones que debe cumplir.

10. El conflicto es el Estado natural de las sociedades libres. El liberal defiende el conflicto permanente como algo positivo e inherente a la naturaleza humana. El que quiere resolver un conflicto de una vez y para siempre es un totalitario. El liberal defiende el conflicto pero exige que sea gestionado dentro de los límites de la legalidad.