Desafío del Parlamento catalán a la soberanía del pueblo español

EL MUNDO 20/09/14

· La Ley de Consultas que permitirá a la Generalitat convocar un referéndum ilegal sobre la independencia es aprobada por el 78,5% de la Cámara, incluido el PSC

El Parlament culminó ayer un desafío a la legalidad española que comenzó el 19 de diciembre de 2012, cuando Artur Mas y Oriol Junqueras acordaron una hoja de ruta que desemboca en el referéndum soberanista del 9 de noviembre. La Cámara catalana aprobó la Ley de Consultas, el instrumento para convocarlo, con el apoyo del 78,5% de los diputados, incluidos los del PSC. El Gobierno ya ha anunciado que llevará la norma al Tribunal Constitucional (TC) en cuanto se publique. Mas firmará la convocatoria «en las próximas horas o días».

Al mismo tiempo que el primer ministro de Escocia, Alex Salmond, comparecía en Edimburgo para anunciar su dimisión tras la derrota del sí en el referéndum escocés, el Parlamento catalán cumplía con el último trámite previo a la consulta del plan suscrito por CiU y ERC. A partir de ahora se abren varias incógnitas. ¿Cuándo se publicará la ley en el Diario Oficial de la Generalitat (DOGC)? ¿Cuándo firmará el president el decreto de convocatoria? Y, sobre todo, ¿qué hará Mas cuando el Gobierno recurra la iniciativa ante el TC y éste la deje en suspenso?

Probablemente ése será el momento de mayor tensión interna de todo el proceso: el presidente de la Generalitat ya contrarió ayer a los cientos de independentistas que se concentraron a las puertas de la Cámara cuando no quiso comprometerse a desobedecer el eventual veto del TC, como le piden ERC y la Asamblea Nacional Catalana (ANC). «Haremos lo que podamos», se limitó a decir Mas justo antes de iniciarse la sesión.

La Generalitat y el Gobierno central llevan días librando una guerra de nervios que tiene su origen en el calendario. Aunque Mariano Rajoy mantiene en alerta a sus ministros para convocar un Consejo extraordinario en cuanto Mas firme el decreto, el jefe del Ejecutivo catalán no quiere darle ninguna facilidad en ese sentido.

Por ello, la vicepresidenta del Govern, Joana Ortega, afirmó tras el debate sin más concreciones que ya está «todo listo para convocar en las próximas horas o días la consulta del 9 de noviembre». Mas convocará la consulta en el tiempo que transcurra entre la publicación de la ley en el DOGC y la admisión a trámite del recurso del Gobierno por parte del TC, cuyo pleno se reúne el martes.

El debate tuvo algunos momentos álgidos, pero ningún partido se apartó de la posición que había anunciado. La Ley de Consultas salió adelante con los votos de CiU, ERC, PSC, ICV y CUP, además del ex socialista crítico Joan Ignasi Elena, que esta semana se convirtió en diputado no adscrito. En total, 106 apoyos, frente a los 28 votos en contra que reunieron PP y Ciutadans.

El PSC se sumó al consenso pese a que no apoya la consulta tal y como quiere convocarla Mas, con el argumento de que la ley no sirve para plantear la independencia, pero sí para otras cosas. En realidad, los socialistas buscaban evitar así dividirse de nuevo en la Cámara, como ya les pasó el miércoles, cuando las diputadas Marina Geli y Núria Ventura votaron a favor de una resolución de apoyo al 9-N.

Durante los parlamentos, los partidos que apoyan el referéndum del 9 de noviembre pidieron al Gobierno que «respete» la Ley de Consultas y que no trate de suspenderla, porque supone, según ellos, «un instrumento democrático básico».

Sin embargo, el Gobierno ya ha advertido de que llevará inmediatamente la norma al TC porque en su opinión es «inconstitucional», entre otras cosas porque cuestiona uno de los preceptos del primer artículo de la Carta Magna: «La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado».

Según ha repetido Rajoy en varias ocasiones, el Ejecutivo entiende que «la soberanía nacional no puede trocearse» y que por ello el Parlament no puede arrogarse poderes sobre asuntos que escapan a sus competencias.

Josep Rull, que habló en nombre de CiU, hizo alusión en varias ocasiones –como todos los que defendieron la consulta– a la actitud del Gobierno británico en contraposición con la del español. Y acabó citando a Víctor Hugo: «Ningún ejército puede detener a una idea a la que ha llegado su hora. Por eso somos y seremos imparables».

Mientras que Gemma Calvet (ERC) se dedicó a subrayar que la ley es «plenamente constitucional» –pese a que sólo los juristas del Consejo de Garantías Estatutarias propuestos por CiU y ERC avalaron la norma–, Dolors Camats (ICV) afirmó que los catalanes quieren votar porque «la democracia sin libertad es un simulacro», y Quim Arrufat (CUP) se disculpó con «los catalanes del resto del Estado, que no podrán ejercer su derecho a voto», porque su inclusión en el cuerpo electoral planteaba problemas que los legisladores prefirieron orillar.

Los contrarios al referéndum se centraron en criticar el voto del PSC y en subrayar que la Ley de Consultas es ilegal. «Hoy es un día triste para la democracia y para España. La ley es un nuevo paso adelante de Mas en su desafío inconstitucional y desleal», dijo la líder del PP catalán, Alicia Sánchez-Camacho.

El presidente de Ciutadans, Albert Rivera, avisó del «trauma» que supondría para la sociedad una consulta y llamó a PP y PSOE a «seducir» a Cataluña y a España.

Tras la votación, sucedió lo que pasa habitualmente en el Hemiciclo en los días que varios partidos consideran históricos. Hubo abrazos entre diputados, hubo aplausos mirando hacia la tribuna –donde, además de Helena Rakosnik, esposa de Mas, estaban Carme Forcadell (ANC) y Muriel Casals (Òmnium)– y hubo mucha táctica para salir a la calle en el momento preciso para recibir el calor de los independentistas congregados en la puerta.

Esos manifestantes, convocados por la ANC, habían instalado incluso un micro para que los protagonistas se pronunciaran. Allí se acercó primero Junqueras –el líder de ERC fue recibido con gritos de president, president–, luego Forcadell y finalmente Mas.

Sánchez-Camacho y Rivera fueron sin embargo abucheados, y también Miquel Iceta. El líder del PSC fue despedido con gritos de botifler (traidor). Antes de irse, los congregados, que iban pertrechados con una pancarta que rezaba 9N Votaremos y con decenas de banderas independentistas, cantaron Els Segadors.