Deseligiendo

EL MUNDO – 18/06/16 – TEODORO LEÓN GROSS

· Hay una paradoja escenificada en el debate a cuatro, aunque obvia desde tiempo atrás: en el tablero electoral, hay un tres contra Rajoy; en la realidad, un tres contra Pablo Iglesias. Pero la campaña no va sobre la realidad, sino sobre estrategias electorales. De ahí el tres contra Rajoy. Si se evaluasen programas, casi todas las ecuaciones coherentes propiciarían variantes de la gran coalición para desbloquear una investidura envenenada; claro que eso requeriría hacer política, que es algo muy alejado de hacer campaña, su instancia más primaria y voluble.

En esta campaña prevalece ante todo una potencia identificada por Rosanvallon en La contrademocracia: deselegir. Esa es la fuerza más poderosa. No se trata de un fenómeno español –de hecho Francia lleva dos décadas yendo a las urnas a defenestrar presidentes– pero estas elecciones del 26-J se han convertido en un caso de manual: echar a Rajoy es la motivación dominante que emana, sin miramientos, en el discurso de Iglesias pero también de Sánchez y hasta Rivera, que ha vetado al presidente al que identifica como Señor X de la Corrupción, emulando la táctica autolegitimadora de la CUP. Y esta motivación, en el escenario polarizado que Rajoy e Iglesias han regado peligrosamente con un ventajismo impúdico, reduce el 26-J a Rajoy sí y Rajoy no. Al margen de lo sucedido en los últimos cuatro años o de la prospectiva sobre los próximos cuatro –a quién le importan los argumentos– ese es el cebo tentador: deselegir a Rajoy.

La campaña, a partir de ahí, no despega del guión táctico. Más allá de los golpes de efecto como el catálogo de IKEA o las boutades con madera de titular, como Susana al bautizar a Iglesias como Mortadelo, el personaje de tebeo capaz de cambiar de disfraz en cada viñeta, o Rafael Hernando optar por «Heidi con coletas», ambos en la escuela andaluza de Guerra, creador de etiquetas como «el tahúr del Mississippi» para Suárez o «Carlos II vestido de Mariquita Pérez» para Soledad Becerril, se maniobra en el tablero con regates cortos para arañar votos: Rajoy se extasía ante un campo de alcachofas como guiño a varios millones de almas del medio rural; Iglesias elogia a Zapatero como guiño a los votantes socialistas de izquierda; Rivera dice nones a Rajoy como guiño a los jóvenes de sus dos fronteras; y Snchz lanza ataques a Rajoy dirigidos casi siempre a Iglesias como guiños a Susana. Lejos del gran plano general, los cabezas de huevo buscan nichos con minibigdata y retórica de feriantes, agitando respuestas emocionales entre el miedo o las sonrisas del flower power.

En sus maniobras de lógicas mínimas, el pensamiento binario es la oferta de saldo. Rajoy: «Hay que elegir entre el PP o el radicalismo». Iglesias: «Sólo hay dos opciones: el cambio progresista o la continuidad de Rajoy». Sánchez y Rivera se postulan en vano «entre el rupturismo y el inmovilismo». En definitiva Rajoy tira de gaullismo y se abona a «Yo o el Caos», y los demás venden «esperanza o Rajoy». Aferrados a sus batallas mesiánicas entre el bien y el mal, entre la felicidad populista y el desastre, despliegan su campaña de dogmatismos polarizados –qué vieja es la nueva política– reduciendo las posibilidades de la investidura tanto como para haber repetido elecciones seis meses después. El propio Rosanvallon sugería que no hay un problema de despolitización, sino de «impolítica». Falta de perspectiva. Así se acaba por ir a las urnas a decidir no sobre el interés común, sino Rajoy sí / Rajoy no.

EL MUNDO – 18/06/16 – TEODORO LEÓN GROSS