Desproporción

Arcadi Espada- El MUndo

Este asunto de la proporcionalidad en la respuesta es muy de mi gusto. Ahí está por ejemplo el diputado Rufián. Una infeliz combinación de naturaleza y cultura le lleva a intervenir en el Congreso en los términos que son conocidos. Ayer mismo interpeló al presidente del Gobierno. La reacción de Rajoy fue absolutamente desproporcionada. Habría bastado que respondiera: «Muchas gracias, señor Rufián». La proporción es importante en la política y en la vida. El presidente Trump, otro caso. Anteayer amenazó al hombre-cohete (Rocketman lo llama, glosando a Elton John) con destruir totalmente Corea del Norte. Nadie había oído nunca a nadie hablar así en la ONU. Un lenguaje propio de Atila o de un héroe de videojuegos, pero incompatible con la actual civilización política que en la destrucción total de Corea ve lo que no ve Trump: la destrucción de millones de vidas coreanas.

La democracia es proporcionalidad. De ahí que resulte raro que nadie haya acusado a los nacionalistas catalanes de desproporcionados. Una élite política que goza de los mayores niveles de bienestar del mundo y que ha logrado para su tribu el mayor reconocimiento social, político y cultural de su historia planea el asalto a un impecable Estado democrático europeo, porque se siente incómoda en él. Es verdad que la incomodidad solo es un eufemismo de xenofobia, y que la xenofobia es un sentimiento vulgar, pero adictivo y letal. ¿Aún así, no hubiese sido mejor distraer la xenofobia (¡y acaso afianzarla con causa!) tratando de hacer de Cataluña un auténtico hecho diferencial basado en la calidad de todas las cosas? Se comprende que el gran fracaso nacionalista -el no haber podido distinguirse por lo real y haber tenido que recurrir en consecuencia a lo simbólico para levantar cabeza- sea la base más sólida y empírica de la crisis. ¿Pero requería este drama -aunque indudable- la desproporción de una conducta basada en el desprecio de la democracia, en la ignorancia de la moralidad pública, en el derroche de energías y de recursos y en la indiferencia ante la fractura civil?

Nunca se habla de la innoble desproporción nacionalista. De la enorme distancia que hay entre sus fracasos y sus problemas, y el delirante camino que han seguido para intentar resolverlos. El Proceso ha sido una enorme, monstruosa desproporción. De modo que el Estado, sus políticos, sus jueces, sus fiscales y sus policías -incluidas las porras de sus policías- tienen un enorme margen para actuar proporcionadamente.