Después de la bronca

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Más que el desenlace de la bronca sorprende que «los críticos» no pongan el acento, y ni siquiera lo expongan, sobre el verdadero motivo que la ha precipitado: el acuerdo prácticamente cerrado de gobierno con Podemos y los separatistas, comprometiendo al gobierno de España con el proceso separatista en una u otra forma. Limitadas las razones a asuntos domésticos y a problemas orgánicos y estatutarios, el decapitado se marcha de rositas y con la cabeza bien alta, convertido en el héroe víctima de las “oligarquías” que todo lo manejan “contra la gente”. Ahora bien, cuesta creer que una parte de los Sanchistas, ahora abducidos por el Nonismo, fueran insensibles ante estas razones. Pese a ello todo indica que los decapitadores van a evitar el debate y la denuncia del podemita interior, y del podemismo rampante, en nombre de la unidad y de la necesidad de restañar las heridas.
 
Es un hábito inveterado ya bien instalado en toda la clase política que capitaneó la España constitucional, manejar a escondidas los problemas reales cuya solución podría ser muy incómoda, obviando el debate de ideas y la exposición de las verdaderas razones que están en juego, a costa por supuesto de la infantilización política de la ciudadanía y la banalización del discurso político y de los que lo emiten.
 
Pero además en este caso se admite tácitamente la superioridad del discurso podemita, por muy simple y artero que sea, o precisamente por eso, y se le tiene por algo invencible en una confrontación a campo abierto. Seguramente una parte de los “críticos” simpatiza con fragmentos del podemismo o con el podemismo completo, de la misma forma que es también probable que la mayoría de los que disienten no se vean capaces de oponer un discurso coherente. Y no sólo por la manida crisis ideológica de la socialdemocracia. Pesa sobre todo que el mismo PSOE ha “maleducado” la formación política de sus bases y de sus seguidores y votantes hasta tal punto que no se ve como empezar a dar la vuelta a la tortilla.
 
Y como no hay un “Napoleón” o napoleoncito a la vista, ni en el más lejano horizonte, que revierta la obra de los santos de los “sans coulottes”, tienen que conformarse con hacer entre todos de Talleyrand, que tampoco es fácil.
 
¿Qué posibilidades tiene en estas un Talleyrand sin amo, es decir sin ideas a las que servir? El funesto Sanchez ha tenido la virtualidad de precipitar y sacar a la luz la paradoja de que un partido que reclama para sí la excelencia ideológica, pero carece de ideas vivas y de verdadero ideario, para afrontar los problemas reales de España, es decir para convencer sin demagogia ni naderías. Ya es hora de que los dirigentes no puedan escabullir esta realidad. El Nonismo prolifera al fin y al cabo porque disimula tanto olor a rancio y hace creer que tras esta bandera hay verdaderas alternativas y no sólo saldos a compartir con la hornada podemita, es decir que la fe socialista tiene un sentido.
 
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