LUIS VENTOSO-ABC

¿Cómo se puede negociar con quien ya se propone retomar la República?

ALGUNOS días –bastantes– semeja que el PP se hubiese puesto como meta poner a prueba la paciencia de su parroquia y bajar aún más en las encuestas. Debería existir un razonable término medio entre el oportunismo riverista de bailar al son del termómetro emocional de pueblo y el indolente desapego del Gobierno de Rajoy, que a veces muestra el tacto de un cactus a la hora de atender el sentir de los españoles ante la afrenta separatista.

Rivera se pasó de frenada el miércoles, cuando exigió que se mantenga el 155 aunque el Parlamento catalán elija a un nuevo presidente de la Generalitat. A todos nos encantaría que el fanático que ha designado Puigdemont como testaferro no llegase al poder, así que las palabras del jefe de Ciudadanos encandilarán a millones de españoles y lo impulsarán todavía más en los sondeos. Pero por fortuna vivimos en un Estado de derecho y no se puede actuar preventivamente contra quien todavía no ha hecho nada. Lo que propone Rivera supondría propinarle un codazo a nuestra legalidad democrática.

Pero si Rivera peca por exceso, Rajoy lo hace por defecto. Ayer por la mañana, cuando ya se conocía el nombre del candidato Quim Torra y su perfil radical, al presidente del Gobierno y al PSOE no se les ocurrió nada mejor que ofrecer «diálogo» al nuevo Govern, lo cual es un imposible, y por lo tanto, un estruendoso absurdo. No se puede encausar a Torra antes de que cometa un delito, como casi parece pedir Rivera, pero tampoco se puede pretender dialogar con un enemigo declarado de los españoles, un fanático de probadas credenciales xenófobas. Torra concedió ayer su primera entrevista. Lo hizo en casa, en la televisión independentista TV3, que inexplicablemente sigue abierta, por la imperdonable displicencia de PP, PSOE y Ciudadanos, que deberían haberse puesto de acuerdo para apagar el mayor altavoz del separatismo. Hay que agradecerle a Torra que no recurrió a eufemismo alguno en TV3. Lisa y llanamente anunció que si gobierna su programa consistirá en retomar el golpe que abortó en octubre el Estado español. Anunció un «proceso constituyente» (continuar intentando armar la República catalana) y prometió recuperar las leyes sediciosas que anuló el TC. Ya con el claro afán de irritar al resto de los españoles, anunció también una comisión de investigación sobre el 155 y que las dependencias de la Generalitat se engalanarán con lazos amarillos (un símbolo de confrontación que excluye a más de la mitad de los catalanes).

El testaferro de Puigdemont está haciendo oposiciones a ganarse un 155 como un piano. Con tal panorama, resulta decepcionante que por puro interés personal Rajoy lo dé por bueno como mandatario catalán y hable hasta de «diálogo». Si Torra es presidente, el PNV levantará el veto para visar los presupuestos del Gobierno, de ahí la extraña urgencia de Rajoy por que Cataluña tenga un Ejecutivo, aunque sea con un fanático al frente. Pero esa estrategia de agotar la legislatura a cualquier precio tendrá un peaje: le va a dejar a Feijóo un PP en el chasis, porque los españoles quieren que se les defienda con energía ante los sediciosos separatistas, como bien sabe y explota Rivera.