Dios en la política

ARCADI ESPADA – EL MUNDO – 10/05/16

· Hay una alegría generalizada por la victoria en las elecciones municipales de Londres de Sadiq Khan, un abogado de 43 años, hijo de un emigrante paquistaní. Es difícil no alegrarse cuando esta victoria se relaciona, por crucial ejemplo, con algo que sucedió el sábado en Pakistán: el asesinato del periodista Khurram Zaki y de su amigo Khalid Rao, tiroteados en un café de Karachi. Pocas horas antes de su muerte Zaki, que tenía 40 años, había ironizado en su blog sobre la alegría paquistaní ante la elección del nuevo alcalde: «¿Es posible que tuviéramos aquí un alcalde católico o hindú?», se preguntaba, antes de recordar que la elección de Khan era «un triunfo de la democracia secular occidental».

Así es. El triunfo de un sistema político que elige a sus élites en razón de la voluntad, el esfuerzo y el mérito de los individuos y no los margina en razón de su filiación étnica o religiosa. Pero es precisamente ese carácter el que lleva a observar con cierta inquietud la elección de Khan. Occidente ha demostrado que puede elegir sin problemas a pobres, mujeres, gays y negros para que asuman la dirección de sus asuntos políticos. Incluso ha demostrado que alguna de esas condiciones pueden facilitar, paradójicamente, el ejercicio político.

Pero de ser pobre, mujer, gay o negro no se deriva una normativa. De ser religioso, sí. Por fortuna, y hablando en términos generales, la religión en Occidente es un asunto casi privado, que acabará de serlo completamente el día que un ateo confeso, negro o no, llegue a la presidencia de los Estados Unidos y se abstenga de acabar sus discursos rogando a dios que bendiga a América. En Occidente no es noticia política la religión de nadie. En Europa ni siquiera la arreligiosidad de nadie. Muchos políticos no creyentes se han refugiado en su intimidad para no instalar su ateísmo o su agnosticismo en el espacio público y evitar hacer de él un motivo de debate.

Pero de pronto, por básica influencia de la inmigración musulmana y, desdichadamente, por influencia también de los terribles estragos que han causado terroristas musulmanes la religión vuelve al espacio y a la conversación pública. El alcalde toma posesión en una catedral y entre sus primeros actos está la visita a una sinagoga. En los periódicos se dice antes «el político musulmán» que «el político laborista». Comprendo que se trata de la novedad. Pero la religión no es una novedad. La religión es una etapa evolutiva clave en la historia del hombre. Y remota.