¿Diputado mafioso pidiendo un Nuremberg para Falcone?

David Gistau-El Mundo

Cuando este periódico llegó a un acuerdo con una agencia de viajes para programar salidas con un periodista como guía, un amigo me sugirió, por algunas historias publicadas recientemente, que este servidor de ustedes podría introducir a algunos…

…viajeros escogidos en los santos lugares mafiosos de Palermo. O sea, un paseo de las estrellas, como el de Beverly Hills, pero recorriendo escenarios de los escalofriantes asesinatos corleoneses donde magistrados italianos dignificaron a su Estado con el sacrificio de sus vidas en la lucha contra el pulpo. Hay gente que, al oír la palabra mafia, sólo ve a Marlon Brando. Por ello, en la guarida de Corleone, se da la circunstancia reveladora de que el mismo camarero que niega la existencia de la mafia en un pueblo en cuyo cementerio los asesinos y sus asesinados conviven con las lápidas contiguas ofrece en sus aparadores botellas de amaro con Vito Corleone estampado en la etiqueta. Para enfrentar a mi amigo al auténtico significado de su idea, le pregunté cómo le sentaría que un grupo de solventes turistas italianos, vigilando la hora para no perderse el cóctel, se liara a hacerse selfies ante el zulo de Ortega Lara o en el bar donde volaron la cabeza a Gregorio Ordóñez.

Entre estas dos mafias hay diferencias. La más importante tal vez sea la ausencia de coartada política en una de ellas que, por ello, cuando alcanzó acuerdos con la parte execrable e instrumental de su Estado, al menos tuvo que hacerlo en la clandestinidad y no ofreciendo después una rueda de prensa. También es distinto el dramatismo de la impronta dejada en sus respectivas sociedades. A nuestros supuestos turistas italianos, en la medida en que hubieran viajado atraídos por la morbosa fascinación criminal –y por la utópica de los Ches por otros medios–, les habría extrañado comprobar que los asesinatos habían sido somatizados en un increíble ejercicio de autoengaño y amnesia colectivos justificado por la doctrina de la normalización y que los feroces bagarellas que andaban buscando recibían en realidad trato de socios de un gobierno socialdemócrata empeñado nada menos que en la refundación nacional. Demócratas ejemplares, eso verían, que regañan a quienes no lo son, que son recibidos en las manifestaciones de la antiespaña como si fueran Mick Jagger y con los que se puede brindar en público en Navidad. Como llegar a Palermo y encontrar a ‘Totò’ Riina ufanándose ante las cámaras de las innumerables llamadas que le hizo Matteo Renzi para decidir pactos y contrapartidas parlamentarios.

Lo que resultaría difícil, incluso conociendo el efecto curativo que la aplicación de la palabra izquierda tiene sobre cualquier crimen, sería explicar a los turistas italianos la antojadiza relación con el dolor y la indignación que tiene esta sociedad. Capaz de compadecerse de los muertos de la Guerra Civil e incluso de los indígenas americanos de hace 500 años. Pero que, al mismo tiempo, zanjó sin más el pequeño problema de conducta etarra y acepta que los políticos legales que derivan del terrorismo pero jamás renegaron de él pueden pertenecer al club de los invitados por Sánchez para diseñar una nueva España que sólo concibe el apartamiento civil de cuanto queda a la derecha del PSOE. Los turistas italianos sólo se habrían enterado de la catadura de esta gente, más allá de imposturas democráticas, con la intervención parlamentaria del tal Arsuaga. Imaginen, les habríamos dicho, que un mafioso gritara en el parlamento que el policía Boris Giuliano o el magistrado Falcone eran nazis evitando su Nuremberg. Eso es imposible, habrían respondido. Aquí no lo es. Aquí es posible hasta que reciban innumerables llamadas mendicantes del presidente del Gobierno.

ASÍ ES COMO SON

Las procacidades del diputado Arsuaga cuando llamó nazis a las fuerzas contraterroristas tienen un impagable valor como recordatorio moral: aunque haya perdido la capacidad operativa de matar, la mentalidad filoetarra permanece como era cuando fabricaba odio. Con ello han de vivir los que reparten credenciales de democracia que no son negadas precisamente a éstos . EFE