Donald y Pablo

ABC 18/11/16
JOSÉ MARÍA CARRASCAL

· Será interesante, aunque no divertido, ver qué hará Trump con todas esas cosas que prometió

ME acuso de haber sido el primero en comparar a Trump con Iglesias. Pero no porque los extremos se tocan, como dicen ahora todos, sino por algo mucho más profundo e insidioso: porque ambos han fundado su política en la rabia, el resentimiento, la inquina, el enojo, hasta el punto de personificarlos. La «cólera de la gente» de Trump marcha paralela a la «socialización del dolor» de Iglesias. Es una buena táctica para obtener dividendos políticos, sobre todo cuando la mayoría de los ciudadanos sufren las consecuencias de una crisis, mientras capitostes, políticos y sinvergüenzas se aprovechan de ella. Que el millonario neoyorquino sin ninguna experiencia gubernamental haya alcanzado nada menos que la presidencia de los Estados Unidos y que Iglesias capitanee el segundo partido español, a los dos años de haber debutado en la política, lo demuestra. Pero ¿es la mejor forma de gobernar? Permítanme que lo dude.

La rabia, el resentimiento, el odio son como esas drogas que disparan todos los resortes negativos del ser humano, en situaciones límite. Una especie de fuerza extra para afrontar una adversidad insólita. Pero que no puede mantenerse indefinidamente, incluso si el infortunio persiste, por una razón muy simple: por habernos acostumbrado a él. Lo de «no hay mal que cien años dure» es una verdad a medias. Hay males que duran siglos, que se lo pregunten a algunos pueblos. Si no lo notan es por haberlo incorporado a su forma de vida. Ocurre también en las dictaduras, donde el dolor se socializa y hace permanente. Pero la democracia es incompatible con el mal eterno. El espíritu democrático se rebela contra esa maldición, y una de dos: o se corrigen los males o se hacen endógenos, sistémicos. Para gobernar una sociedad tan compleja como la actual se necesita convencer, animar, seducir incluso. Será interesante, aunque no divertido, ver qué hará Trump con todas esas cosas que prometió –bastantes de las cuales no cumplen la normativa de su país; otras, las de la comunidad internacional; y alguna, las de la decencia humana– difíciles de cumplir. Los problemas que tiene para formar gobierno lo indican. Por otra parte, el mecanismo de checks and balances, de contrapoderes, norteamericano es mucho más sofisticado y riguroso que el de cualquier otro país, e incluso controlando ambas cámaras Trump no va a poder hacer lo que quiera, sino lo que le dejen. En cuanto a Iglesias, comprendo que le moleste que le comparemos con el magnate norteamericano, pero él se lo ha buscado eligiendo una oratoria tan beligerante, una actitud tan altanera y una política tan antigua que sospecho no va a llegar tan lejos como su doble en el otro extremo del espectro político. «Podemos», copiado del We can de Obama, es cada vez más unWe can’t, un no podemos, con luchas intestinas en la cabeza y en las bases. El pulso con Errejón sobre la dirección del partido no ha terminado: sólo acaba de empezar. Y, tras las Mareas, se le escapa Andalucía. «Rabia sin poder es estupidez», dicen los alemanes, que saben algo de eso.