Dos autobuses tontos y el odio programado en televisión

LIBERTAD DIGITAL 06/03/17
FEDERICO JIMÉNEZ LOSANTOS

· ¿Cuándo veremos a la Fiscalía actuar contra ETB o TV3 con el mismo ímpetu que contra el autobús de Hazte Oir? Cuando Mariano actúe contra la Generalidad golpista de Cataluña. O sea, uno de estos siglos. 

Unos padres realmente preocupados por el bienestar de sus hijos transexuales y no por la imposición de la propaganda LGTBI no deberían haber hecho una campaña diciendo que «las niñas tienen pene y los niños tienen vulva«. En primer lugar, no es verdad. En segundo lugar, el problema de los niños transexuales está precisamente en que los niños tienen pene y cuando se sienten niñas quieren tener vulva. O sea, que no la tienen. En tercer lugar, si se empieza por negar esa evidencia, que resulta estridente si no blasfema a parte de esa sociedad a la que se pide comprensión y no sumisión, se está dificultando la solución precisamente porque se niega el problema como si no lo fuera. Y sin una mayor piedad, comprensión y mucha explicación sobre un problema de enorme complejidad física, psicológica, educativa y social, no cabe una evolución cultural para aceptar esa realidad que de sencilla no tiene nada. Es evidente que los padres de niños transexuales están siendo utilizados por los ayatolás de una ideología de género que buscan convertir la excepción en ley. No en acogerse a la Ley, como es su derecho y el de todos, sino en convertirse en propaganda política.

Católicos a toda velocidad pero sin dirección
Unos católicos mínimamente compasivos no deberían haber fletado un autobús para llamar la atención contra esa campaña anterior. No porque no tengan derecho a decir lo que piensan, derecho que les han negado el gobierno nacional y regional del PP, sino porque lo que dicen no es verdad. «Los niños tienen pene y la niñas vulva» no es un gran hallazgo intelectual, y además es falso. La propia existencia de la transexualidad demuestra que no siempre las cosas son sencillas. Y al pintar sobre amarillo «que no te engañen», ¿a quién quieren engañar? ¿De quién quieren hacerse oír? ¿O solamente notar? Me parece la misma reacción que se produjo ante el divorcio, que proponía obstáculos y no alternativas, o contra el matrimonio homosexual, que algunos defendimos como unión civil de parejas del mismo sexo, con los mismos derechos que el matrimonio pero sin usar el nombre de un sacramento que podría ofender a los católicos. Nos equivocamos. Ahora, los curas hablan del marido de Fulano y la mujer de mengana. Y cualquier día veremos a Bergoglio casando a dos tíos peronistas, mientras los fieles de la época gloriosa de Wojtila y Ratzinger esconden su vergüenza y ahogan su confusión, sin discurso y sin criterio. ¿O sabe alguien cuál es el criterio firme de una Iglesia obsesionada por gustar a los enemigos de la Cruz y que cada día dice una cosa? ¡Si la monja siniestrosa Lucía Caram dice que la Virgen no lo era pero ella sí, y ahí sigue; y a los que quieren excomulgar es a los pocos curas que se oponen al separatismo catalán y su discurso de odio!

¡Pero si hasta Osoro ha traicionado, con melindres nazarenos, al cura que, agredido junto a cuarenta fieles cuando celebraba misa, denunció ante los tribunales, como es su derecho y obligación a Pitita y su patulea por entrar en la capilla desnudándose y amenazándolos de muerte con gritos como «¡Arderéis como en el 36!», «¡Vamos a quemar la Conferencia Epìscopal!», «¡Menos rosarios y más bolas chinas!» y «¡El Papa no nos deja comernos las almejas!»! ¿Se defienden los derechos de los católicos cuando los obispos renuncian, que es como denunciarlos, a los derechos del cura y sus fieles cuya libertad fue violada? Y si ni los obispos se aclaran en algo que no es de Fe sino de civismo elemental, ¿a qué viene el autobús? ¿Aspiran, aunque a palos, a salir en La Sexta? Mucho respeto me merecen algunos dirigentes de Hazte Oir, pero eso es lo que parece.


El pío abandono de España y los españoles
Me parece discutible el delito de odio, porque hay cosas odiosas a las que lo que sería moralmente delictivo no odiar. Auschwitz, el Gulag, los pedófilos, los violadores de ancianas y los asesinos en serie deben ser odiados. Si no se odia a los esbirros de las SS, a los verdugos de Stalin, a los asesinos de Paracuellos, a los torturadores de las chekas en nuestra Guerra Civil, a todos los que abusan sexualmente de un ser indefenso, ¿cómo vamos a combatirlos? ¿Con amor? La jerarquía católica que ayer cerró sus iglesias a los funerales de las víctimas de ETA o dejó que sus obispos fueran abogados de los peores crímenes terroristas, hoy se abona a un franciscanismo barato que es el relativismo con alzacuello. ¿Cómo no alzan su voz contra la permanente campaña de odio que las radios y televisiones públicas en las zonas dominadas por los separatistas, siembran a diario contra los españoles por el hecho de serlo? ¿A qué pobres dicen defender cuando dejan indefensas en Cataluña, Navarra o el País Vasco a las pobres víctimas del actual terrorismo mediático y político llamado de baja intensidad, cuando en realidad es de altísima y feroz intensidad? ¿Qué clase de amor es ese que se calla ante el odio?

Uno que ya conocemos: el de Vidal i Barraquer en la Guerra, condenando a los que salvaban de la muerte a los católicos, o el de la Teología de la Liberación, que utiliza el mensaje de Cristo para colar el de Lenin y las FARC. Antes, aunque acaban yendo a Cuba, condenaban a Ernesto Cardenal y Escoto, ahora dice el Vaticano que los comunistas hacen lo que los católicos dicen, que los musulmanes hacen bien en matar a los blasfemos, porque también el Papa le pegaría al que insultara a su madre, y ante la persecución de los cristianos en el mundo islámico, en vez de pedir apoyo a liberales y demócratas, porque es la vida y la libertad de millones de personas, coquetean con cualquier ayatolá, cuyo poder despótico sobre la sociedad civil envidian en secreto.

La fiscalía de Catalá y el autobús de la ETB
Se me dirá que pido algo a una institución, la Iglesia Católica, concretamente a sus pastores, que hace tiempo que no dan. Pero es que aunque los obispos renieguen de su pasado, los españoles del presente no podemos renunciar a una cultura que es el troquel dos veces milenario de nuestra Nación. Cuando las hordas feminazis atacan una capilla, me agreden a mí como español, aunque a la Iglesia sólo vaya en bodas y entierros, esperando el Salve Regina. No sólo porque esa tradición es la mía, sino porque las libertades son indivisibles y las ganamos todos o las perdemos todos juntos. ¿Cómo se ha perdido el consenso de los años 80, cuando el Papa polaco era el ariete contra el imperio soviético?

No lo sé. Pero mientras se recupera, si alguna vez lo hace, esa idea liberal de la libertad y dignidad de las personas que Vitoria, Mariana o la Escuela de Salamanca supieron extraer de la fe y convertirlo en doctrina moral y política, hemos de pedir cuentas a un Poder, el del llamado Gobierno de España, que no puede escudarse ni en la falta de vocación ni en la medrosidad de las sacristías, porque no se muestra precisamente medroso en machacar a impuestos a los vivos y a los muertos ni tampoco vacila en sacar a pasear la Fiscalía cuando le parece oportuno, léase oportunista, que pasee. Por un momento llegué a imaginar que Horrach, curtido en la defensa del Urdangarín y la Urdangarina, saldría en apoyo del travestí canario que, disfrazado de Virgen María, se fingió crucificado y fue premiado por tan valeroso intento estético, ético y progresistamente sostenible.

Ni que el autobús fuera un coche-bomba
La Delegación del Gobierno, la Fiscalía, la Comunidad de Madrid, y las telesorayas todas, con el actor porno Nacho Vidal, padre de un niño transexual, como estrella en la última noche de Sálvame de Luxe, han condenado como un acto intolerable de odio el mensaje del autobús de Hazte Oir, no más estúpido que la campaña de Navarra a la que nadie ha denunciado. ¿Dedicarán la décima parte de su tiempo al programa infecto de la ETB? Mientras discutimos si son galgos o podencos, hete aquí, en una televisión pública, un programa de odio destilado, abyectamente xenófobo, inequívocamente racista, suciamente sectario y vilmente criminoso al que, no sé por qué, barrunto que no perseguirá la Fiscalía con el mismo celo que al autobús, tratado como si fuera un coche bomba con dos terroristas depilados y con tres capas de calzoncillos lanzado contra la Zarzuela.

En realidad, sí sé por qué. Esta semana, el ministro de Justicia ha dicho que de la ETA no debería quedar ni el nombre. Y el programa de ETB prueba que la ETA está más viva que nunca. Ese mensaje de odio y desprecio a lo español y a todos los españoles, es heredero del de aquel necio psicópata llamado Sabino Arana, padre político de los hijotarras. Y es lo que destilan a diario, con más o menos sutileza, los medios que dominan los partidos separatistas, cuyo apoyo parlamentario compra anualmente el Gobierno de Madrid para aprobar los Presupuestos que al final no cumple.

¿Cómo vamos a olvidar el nombre de la ETA si hay más de trescientos asesinatos de la banda que no ha llevado a juicio su departamento? ¿A qué viene esa sandez, y frente a la viuda e hijos del fiscal Portero, auténtico héroe cívico? ¿Cómo vamos a pensar que pertenece al pasado el terrorismo cuando el trato alas futuras víctimas, que somos todos los españoles, como seres inferiores, viles, ridículos y prescindibles se actualiza con más virulencia que nunca? ¿Cuándo veremos a la Fiscalía actuar contra ETB o TV3 con el mismo ímpetu -infinitamente más justificado- que contra el autobús de Hazte Oir?

Cuando Mariano actúe contra la Generalidad golpista de Cataluña. O sea, uno de estos siglos.