Dos ondas

EL MUNDO 29/12/16
ARCADI ESPADA

HACE UN año también escribí una columna sobre el año. La conclusión era un poco comprometida. En 2015 no había pasado nada. Era una conclusión incluso despiadada teniendo en cuenta los muertos. Pero siempre hay muertos. Lo que quería decir es que, de algún modo, todo lo que pasó en 2015 había pasado ya. Quizá la prueba más oportuna de que tenía razón es este año de 2016 que se va acabando. ¡Al fin un año con noticias! En nuestro tiempo las noticias verdaderas sólo vienen de dos lugares: la política, comprendida la economía, y la ciencia.

La política ha traído la elección de DT. Nunca un hombre de esta naturaleza había llegado a la presidencia de la nación más poderosa. E, incluso teniendo en cuenta el precedente de Berlusconi, nunca la democracia se había puesto al nivel de las dictaduras: la excentricidad de DT sólo es comparable a la de ciertos tiranos africanos o asiáticos y su elección ha roto un importantísimo dique de sentido en la organización de las sociedades democráticas. Es ocioso especular con lo que realmente será su presidencia. Lo impresionante es que este hombre sea hoy presidente electo de los Estados Unidos de América.

La ciencia ha traído las ondas gravitacionales. Más bien una confirmación de su existencia, que se dio en febrero, y que ha supuesto que Science la haya señalado como la primera noticia científica del año. Einstein las formuló teóricamente, pero hasta él dudaba que pudieran confirmarse experimentalmente. Las ondas añaden nuevos ojos y oídos al conocimiento del universo y darán nuevos datos de su edad, sus medidas, su historia o su materia. Todo lo que queda más acá del límite sobre el que un hombre de hoy puede pensar (©Christophe Galfard y su instructivo El universo en tu mano), o sea, más acá del llamado muro de Planck, será más accesible al conocimiento.

Colocar las dos noticias una al lado de la otra produce un cierto efecto. La vida (y el progreso) es ondoyante y no todo conspira a favor de la razón y la belleza. Permite también confirmar la superioridad cimera de la política. La política es, ¡desdichadamente!, lo más importante. No sólo es que distribuya el dinero que necesita la ciencia. Es mucho peor. Es que regula lo que ha dado origen al desarrollo de la ciencia y el conocimiento; es decir, la cooperación y la competencia humanas. De ahí que DT haya caído como un sucio y pesado fardo sobre la elástica membrana de nuestro espacio-tiempo y que aguardemos conmocionados la fuerza de su gravedad.