Edurne y Marta: dos mujeres con coraje

VOZPÓPULI 18/10/16
JOSÉ ALEJANDRO VARA

· No puede superarse el pasado sin el reconocimiento de la responsabilidad.

“Hay un punto que no me permite hablar de paz y es el respeto a las víctimas”. Lo decía Fernando Aramburu, autor de ‘Patria’, una novela colosal sobre el horror, el dolor y sus consecuencias. Ya no se habla de ello. Es tema tabú. El chantaje de ‘mirar hacia adelante’ y ‘no chapotear en la sangre del pasado’ se ha impuesto como una ley indiscutible e inapelable. No sólo en el País Vasco.

De vez en cuando se escucha alguna coz, algún lamento y hasta algún grito contra ese silencio oficialmente establecido, esa complicidad cobarde, ese encogimiento general de hombros con el que sacudirse 900 muertos y cuarenta años de terror. Dos mujeres han roto estos últimos días el fuego contra el lacerante manto de silencio. Una escritora y una actriz. Edurne Portela, de Santurce, autora de “El eco de los disparos” (Galaxia Gutemberg). Y Marta Etura, nacida en San Sebastián y protagonista de un buen puñado de películas de éxito.


· Esa falsa normalización que se palpa en la sociedad vasca, donde los amigos de los criminales se han encaramado en las instituciones

Una frase de Portela, doctora y profesora de Literaturas Hispánicas en Estados Unidos, pronunciada al hilo de la presentación de su última obra, merecía honores de reconocimiento general, de columna de la ejemplaridad cívica que escapa ya por entre las alcantarillas por miedo, indolencia o simple pereza. Esa falsa normalización que se palpa en la sociedad vasca, donde los amigos de los criminales se han encaramado en las instituciones y donde la barbarie ha dejado de provocar la náusea, está perfectamente reflejada en “Ocho apellidos vascos”, uno de los filmes más taquilleros de los últimos años. “Salí enferma, muy afectada de la película, porque se ha pasado del silencio absoluto, de la negación, a la carcajada. Y eso no es decente”. El humor es legítimo, “pero hay un tiempo de reconocimiento de la profundidad del daño”. No se ha respetado ese tiempo del dolor, no se ha tenido la consideración y el respeto que merecen las víctimas. “Es una película retrógrada e insultante”, añadía. “Quizás entiendo que produzca risa fuera, pero que en el País Vasco la gente esté dispuesta a reírse con el personaje de Carmen Machi sin conciencia de lo que pueda representar a una viuda de un guardia civil que ha vivido en un pueblo abertzale; o que se rían del ambiente de una herriko taberna, cuando hace cinco años cruzábamos de acera para evitarla. Nos estamos saltando un paso fundamental. Si no hay autocrítica, no hay reconocimiento del daño y no podemos pasar aún al humor, no nos lo hemos ganado todavía”, concluye, lúcida y rotunda, Portela.

En el Festival de San Sebastián jamás se guardó un minuto de silencio por las víctimas de ETA. El mundo del cine desfilaba ante la alfombra roja, llenaba las butacas ante la gran pantalla, aplaudía, repartía premios, se dispersaba luego por los suculentos manteles rebosantes de merluzas y cocochas y se emborrachaba luego en Bataplán. No pasaba nada. En 2002, el guardia civil Juan Carlos Beiro fue asesinado en Leitza, a veinte minutos escasos donde se celebraba una de las sesión del Festival. Ni un comentario, ni un pésame, ni una condena se escuchó en el Teatro María Cristina. Un mutismo frío y cobarde. Un silencio atroz. “Los lunes al sol”, de Fernando León, se llevó ese año la Concha de Oro del Palmarés donostiarra.

Decía Aramburu que “está pendiente la derrota literaria de ETA”. Y la cinematográfica, y la política y la social. Ni reparación ni apenas justicia. No puede superarse el pasado sin el reconocimiento de la responsabilidad.


· Etura acaba de presentar una película sobre Roldán precisamente en el Festival de San Sebastián, tantos años la platea de los corderos, el silencio de los castrati

Marta Etura es uno de los rostros más fascinantes de nuestro cine y una de las presencias más subyugantes de la pantalla. Donostiarra, joven y con siete apellidos vascos. “Una cosa es avanzar y otra, es la impunidad”, declaraba a la revista “Papel” ante un cartel electoral de Otegi. “He crecido rodeada de asesinatos por ETA, de secuestros, de extorsiones. Vivíamos bajo el terror. No hay que olvidar”. Salvo en el reducido círculo de las víctimas, ya apenas alguien habla así en el País Vasco. Ni siquiera el PP. “Con un señor como Otegi no hay debate político. No puede presentarse a ningún cargo público. Ha formado parte de ETA, secuestró a gente inocente. No hay discusión posible”. Etura acaba de presentar una película sobre Roldán precisamente en el Festival de San Sebastián, tantos años la platea de los corderos, el silencio de los castrati. Venían los actores a los Goya a gritar ‘no a la guerra’ y callaban en San Sebastián donde tenían muertos por doquier. “El linchamiento hacia el cine es brutal en nuestro país”, dice Etura. “Gran parte del problema es que en nuestro sector sólo se ha criticado a un color, siempre se le ha dado a los mismos”.

Historia de dos mujeres con coraje. Casi dos excepciones en el mundo de la cultura. Una muestra de ética cívica, de compromiso democrático, de lucidez insobornable. De valentía. Dos formas ejemplares de entender el mundo.