Ramón González Férriz-Rl Confidencial

Boris Johnson es capaz de recitar la ‘Odisea’ en griego y es autor de un libro sobre Roma. Le importa la historia, y por eso le preocupa ser el ‘premier’ más breve desde el año 1827

Boris Johnson es capaz de recitar la ‘Odisea’ en griego. Es autor de una biografía de Winston Churchill en la que, de manera no muy velada, se compara con él. Y de otro libro sobre el Imperio romano en el que sostiene, abiertamente, que el problema de la Unión Europea es que no se parece lo suficiente a la antigua Roma. Es decir, es un hombre al que le importa la historia. En estos momentos, debe torturarle la posibilidad de pasar a ella como el primer ministro más breve desde 1827, cuando George Canning no logró sobrevivir en el cargo más de cuatro meses.

La muestra más visible de hasta qué punto esa posibilidad es real tuvo lugar este martes cuando, en una alborotada sesión plenaria de la Cámara de los Comunes, Phillip Lee, un exministro conservador, cruzó literalmente el pasillo de la Cámara para sentarse entre los liberales demócratas.

 “Renuncio a mi pertenencia al Partido Conservador —decía la carta que le hizo llegar a Johnson—. El proceso del Brexit ha contribuido a transformar este partido, que tan grande fue, en algo más parecido a una reducida facción… Se ha ido infectando cada vez más de las enfermedades gemelas del populismo y el nacionalismo inglés”. Con esta defección, Johnson ha perdido la mayoría en el Parlamento y, con ello, se ha reducido aún más su margen de acción.

Dentro del Partido Conservador existe un grupo de parlamentarios, la llamada ‘alianza rebelde’, que teme un Brexit sin acuerdo y considera estéril la táctica negociadora de Johnson, que consiste en atemorizar a la Unión Europea con la posibilidad un Brexit sin acuerdo a menos que esta haga numerosas concesiones. La intención de esta alianza era establecer por ley que el Brexit se retrasara hasta el 31 de enero de 2020 si el 19 de octubre de este año no había un acuerdo. Johnson lo llamó “la ley de la rendición” y aseguró que, en caso de ser aprobada, convocaría elecciones generales, posiblemente para alrededor del 14 de octubre.

Si fuera así, bien de inmediato o a lo largo de la semana, lo más probable es que Johnson presentara su reelección en clave de ‘el pueblo contra el Parlamento’. De acuerdo con ese relato, el Parlamento estaría impidiendo la voluntad del pueblo de salir de la Unión Europea, expresada en un referéndum. Así, el actual primer ministro pediría un nuevo mandato con una mayoría clara para actuar sin ataduras y poder sacar a Reino Unido de la Unión Europea tres años después de que el sí ganara el referéndum por una escasa mayoría.

Pero también cabe la posibilidad de que quiera convocar las elecciones después del 31 de octubre para hacer que el Brexit sin acuerdo sea irremediable. Sea como fuere, en una muestra más del embrollo constitucional en el que se halla sumido el país, Johnson necesitaría el respaldo de dos tercios de la Cámara para convocar nuevos comicios, algo que no tiene asegurado. Otra posibilidad es que, dado que el primer ministro ya no cuenta con mayoría en el Parlamento, se celebre una moción de censura. Pero tampoco en este caso está claro que pudiera salir adelante.

Incluso se está discutiendo, sorprendentemente tratándose de un Gobierno del Partido Conservador británico, uno de los más viejos y asentados de las democracias del mundo, si este cumplirá en todo caso lo que el Parlamento apruebe.

En cualquier caso, los mercados y los consumidores se están cansando de esta situación caótica y aparentemente imposible de resolver. Aunque la economía británica sigue resistiendo, durante esta semana la libra se ha desplomado a mínimos frente al dólar, hasta unas cifras que no se habían visto desde 2016. La construcción de nuevas viviendas en el país ha caído a los mismos niveles que durante la crisis financiera. Agosto ha sido otro mes muy malo para las ventas minoristas en el país.

Un informe del propio Gobierno británico publicado por el ‘Sunday Times’, un medio normalmente afín a los conservadores, señalaba que en el caso de que se produjera un Brexit sin acuerdo, se produciría escasez de combustible, de comida y medicamentos, y un caos de hasta tres meses en los puertos de entrada de mercancías. De acuerdo con el ‘Financial Times’, desde el referéndum de 2016 se han retirado 29.700 millones de dólares de fondos de inversión en Reino Unido; de ellos, 4.200 millones desde que Johnson llegó al poder prometiendo que el Brexit tendría lugar incluso sin acuerdo.

Cansados están también los líderes de la UE, que aseguran que no variarán sustancialmente el acuerdo que suscribieron con Theresa May, aunque podrían darle a Johnson algo simbólico para desatascar la situación. Francia ya ha estado probando cómo serían los trámites aduaneros por el paso de Calais en el caso de un Brexit duro y el Gobierno alemán ha asegurado que, aunque sigue prefiriendo claramente un Brexit con acuerdo, los preparativos para el peor escenario están en marcha. Muchos, cualesquiera que sea su posición sobre la salida de Reino Unido de la Unión Europea, quieren por encima de todo que esta incertidumbre constitucional, política y potencialmente económica acabe de una vez.

Terminar con esta situación es lo que intentará Johnson, aunque lo someterá todo a sus futuros intereses electorales y personales, y a la conversión del Partido Conservador en un partido decididamente ‘brexiter’ que no deba temer a Nigel Farage y su monotemático Brexit Party. Sea como sea, es probable que unas elecciones, sea ahora o en un futuro a medio plazo, den como resultado un Parlamento tan difícil de manejar como el actual, sin mayorías suficientes para hacer nada de manera clara, elegante y poco controvertida.

Para Johnson, ser un primer ministro de breve vida representaría un fracaso histórico, pues a pesar de su buen humor e ironía, tiende a considerarse un líder providencial en un contexto como este. Tal vez ser un primer ministro completamente inoperante a la manera de Theresa May, a la que siempre ha desdeñado, fuera incluso peor. No sería un líder para su país, sino ni siquiera para su partido.