El ‘Brexit’ y 40 años de Europa

HENRY KAMEN – EL MUNDO – 30/03/16

· Muchos británicos, explica el autor, creen que romper los lazos con la UE devolvería a la isla la soberanía y la identidad perdidas, pero es imposible retrasar el reloj de la Historia. Nada es ya igual en Reino Unido.

Hace más de 40 años, participé en la campaña del referéndum sobre si el reino unido debía ser un miembro de pleno derecho de la comunidad europea. Durante días ayudé a los voluntarios que hicieron campaña para un sí, y nuestros esfuerzos se vieron recompensados cuando dos tercios de los electores votaron firmemente para convertirse en una parte de europa. Ahora otro referéndum está a la vista, y al público británico una vez más se le está pidiendo una decisión. De momento, todas las señales indican que el público votará para permanecer dentro, y que va a votar sí. El problema, sin embargo, es que ya no es el mismo reino unido ni la misma europa. Todo ha cambiado. En el proceso, la opinión de los votantes también puede cambiar.

A finales del pasado mes de febrero, en una reunión de ministros de finanzas del G-20 en Shanghai se alertó de que una salida británica de la Unión Europea provocaría «un golpe para la economía mundial», y advertencias similares han venido del Gobierno de Estados Unidos. En este artículo no se va a intentar un análisis de cuáles podrían o no ser las consecuencias de un Brexit. Es absurdo tratar de prever el futuro, y es imposible especular sobre todas las áreas pormenorizadas en que la Unión Europea afecta a nuestras vidas. Mi preocupación es algo mucho más simple. ¿Qué ha ocurrido en los últimos 40 años que haya podido hacer cambiar al público británico su opinión sobre Europa?

En primer lugar, los mismos británicos han cambiado. Hace 40 años, la gente pensaba en términos de preservar el estilo de vida inglés, contra la infiltración de las tradiciones continentales. Hoy en día, casi no existe un estilo identificable de vida inglés, y el país está dominado por el multiculturalismo. Sobre áreas extensas de Inglaterra, y sobre todo en Londres, la población no es inglesa de origen y no piensa en sí misma como inglesa. Cientos de miles de ciudadanos ni siquiera hablan inglés y no comparten la veneración tradicional por la cultura inglesa. Entonces, ¿cómo se puede esperar que voten para preservar la identidad inglesa contra la Unión Europea?

La inmigración al Reino Unido solía ser en gran medida de color, de Asia y las Indias Occidentales; hoy en día es en gran parte blanca, de Europa. En 2004, año en el que a ocho estados miembros de la UE, de la Europa del Este, se les dio el derecho a trabajar libremente en Gran Bretaña, había menos de 100.000 personas de origen polaco en el Reino Unido; hoy la cifra es de 700.000. El mero hecho de que es teóricamente posible que millones de ciudadanos de la UE puedan trasladarse al Reino Unido, y puedan acceder a su sistema de prestaciones, es suficiente para causar un gran temor entre los británicos, y recordarles que la adhesión a la UE les ha dejado con menos control sobre su propio país. Es un poderoso factor que puede influir en la decisión de votar en contra de la UE. Pero, por la misma razón, los inmigrantes, como los polacos, pueden votar con toda lógica para mantener los vínculos con la UE que ha hecho posible su presencia.

En segundo lugar, el tema de la inmigración ha cambiado de carácter. A lo largo de la historia los británicos han sido capaces de expresar tolerancia hacia los inmigrantes como individuos mientras que exhiben simultáneamente hostilidad hacia la idea de la inmigración en su conjunto. Cada ola de inmigración masiva a Gran Bretaña ha provocado el temor de que el país se inundaría de extranjeros, amenazando con ahogar la cultura indígena y privar a los autóctonos de trabajo. Una encuesta reciente halló que el 70% de los británicos aprueba el multiculturalismo. Sin embargo, el mismo estudio también reveló que una mayoría (54%) cree que la inmigración ha sido una mala cosa para el Reino Unido.

Existe una sensación extendida de que la Unión Europea está forzando al Reino Unido a aceptar a los inmigrantes por encima del masivo número que ya recibe. Las últimas cifras muestran que 318.000 personas inmigraron al Reino Unido en los 12 meses anteriores a diciembre de 2014, en contraste con la promesa de David Cameron de que la cifra debía ser mantenida por debajo de 100.000. La falta de control de la actual crisis de refugiados desde los países musulmanes ha sido visto como un fracaso específicamente europeo. En resumen, Gran Bretaña nunca podrá controlar la inmigración hasta que no salga de la Unión Europea, porque la libertad de movimiento da a otros ciudadanos de la UE un derecho automático de vivir en el Reino Unido si así lo desean.

En tercer lugar, el sistema legal británico ya no es soberano. En muchos ámbitos, los británicos están sujetos a las leyes europeas. Los jueces de la UE han modificado las leyes del Reino Unido en una serie de aspectos que hacen que los británicos sientan que ya no están en control de su propio sistema legal. Las decisiones normativas de la UE afectan a las leyes y a los ciudadanos del Reino Unido en prácticamente todas las áreas, con la única excepción del derecho de propiedad. No sólo las leyes hechas por las instituciones europeas tienen preeminencia sobre las leyes nacionales, sino que incluso lo que parecen ser leyes puramente británicas están influenciadas o dictadas, posiblemente en una proporción del 80%, por la UE. Ha habido muchas críticas sobre el hecho de que los procesados por terrorismo en el Reino Unido apelan habitualmente al sistema jurídico de la UE para defender sus «derechos humanos».

El sentimiento común dicta que los tribunales del Reino Unido deben convertirse en soberanos de nuevo. Irónicamente, el hecho mismo de la dominación de la UE sobre las leyes del Reino Unido hace que sea lógico que el país deba permanecer en la UE, ya que muchas de las leyes afectan a aspectos de la vida cotidiana. Cuando votamos para entrar en la Comunidad Europea hace 40 años, la ley británica seguía siendo británica, controlada por el Parlamento. Eso ya no es así. Por supuesto, no es una buena razón para votar en contra de la UE, simplemente porque la adhesión implica la aplicación inevitable de la legislación de la UE. Suiza no es miembro de la Unión Europea, pero también está obligada a aceptar todas las leyes que dicta la Unión. Sin embargo, eso es un aspecto significativo de los cambios de los últimos 40 años, y sin duda influirá en cómo se desarrolle la campaña sobre el referéndum.

En cuarto lugar, es irónico que a pesar de la aparente fuerza del apoyo al Brexit, millones de ciudadanos del Reino Unido se han integrado totalmente en la sociedad europea. La economía británica está estrechamente integrada en la economía europea, y no puede ser fácilmente separada de ella. La gente hace sus negocios con Europa como si fuera parte del Reino Unido. La mayoría de los británicos hace tiempo que ha dejado de medir las distancias en millas y los pesos en libras y onzas; en todas partes, es más común oír hablar de kilómetros y kilogramos. Todo eso ha sucedido en tan sólo 40 años. Cuando estoy en Inglaterra, no puedo por menos que lamentar el cambio. Cuando compro gasolina en Inglaterra, pienso en galones; pero el garaje invariablemente me ofrece el precio en litros.

Si yo fuera un partidario del Brexit, me gustaría insistir en que volviéramos de nuevo a los galones, las libras, las onzas y las millas. Esa era la verdadera, la auténtica Inglaterra. La realidad es que muchos británicos pueden llegar a votar en contra de la Unión Europea, porque, como yo, anhelan de nuevo aquel viejo mundo que era típico de lo que Shakespeare llamaba «esta raza isleña». Sin embargo, el hecho es que el Reino Unido ya no es una isla. Está unido al mundo exterior por todos los medios posibles, y los votantes tendrán que decidir si realmente van a ganar algo tratando de ajustar el reloj hacia atrás 40 años.

Henry Kamen es historiador británico; acaba de publicar Fernando el Católico (La Esfera de los Libros, 2015).