«El centro derecha está en la socialización de la nada»

EL MUNDO 03/03/17
ENTREVISTA JAIME MAYOR-OREJA

En 2014, Jaime Mayor Oreja (San Sebastián, 1951) anunció que dejaba la política activa. Hasta entonces había sido casi todo lo que se podía ser en el PP: desde diputado a candidato a lehendakari; de ministro del Interior a número uno en las listas al Parlamento Europeo; de aspirante a la sucesión de Aznar a crítico poco sutil del marianismo. El pasado lunes, el político apadrinó una mesa redonda titulada El fortalecimiento del coraje cívico en la defensa de España que concitó el interés de cientos de ciudadanos.

Pregunta.–Esperanza Aguirre fue el único rostro conocido del PP que le acompañó el lunes.
Respuesta.–No me suelo fijar en la gente que no está. Pero ver juntos a gente como Dolores Agenjo, Consuelo Ordóñez, Ortega Lara, María San Gil [algunos de los integrantes de la mesa redonda]… Es una muestra de lo que habrá que ir haciendo cada vez más porque un proyecto de ruptura como el del nacionalismo catalán sólo tiene una respuesta: la movilización y el apoyo a los que están en la vanguardia dando la batalla.

P.– A la misma hora, Sáenz de Santamaría estaba con Junqueras en Barcelona…
R.–El nacionalismo no tiene marcha atrás, siempre va adelante con la inercia del movimiento. Cuando alguien ha decidido romper el diálogo no sirve, como aprendimos en el proceso de ruptura anterior, que fue el de ETA. Lo que sirvió entonces para afrontar el problema, fue una actitud, un discurso, un proyecto político… Lo único que está claro es que lo que se necesita es iniciativa y hoy no la tenemos. Hay que recuperarla.

P.–Hasta Cebrián defiende la aplicación del artículo 155.
R.–No se puede empezar diciendo que hay que aplicar el 155. Lo que sí es importante es el desarrollo político que permite aplicarlo. ¿Qué significa el desarrollo? Que nos atrevemos a explicar que ese artículo constitucional tiene un desarrollo legislativo porque es la única manera de decirle al nacionalismo que nos atrevemos a aplicarlo. Si nosotros hubiéramos ilegalizado Batasuna en el 96, cuando llegamos al Gobierno, hubiese sido un disparate. Lo que pasa es que nosotros hicimos un proyecto en el que al final la Justicia acabó ilegalizando Batasuna.

P.–Las encuestas reflejan que tanto en el País Vasco como en Cataluña el deseo de independencia no es mayoritario.
R.– Al movimiento nacionalista no le interesa la democracia, sino el siguiente movimiento. Es ir de Estella a Perpiñán. Se han creado unos campamentos base para que primero Ibarretxe y luego Mas se aproximen a su objetivo, que es la ruptura de España. En el proceso catalán no hay tiros ni pistolas, gracias a Dios, pero es más difícil de combatir. Tenemos que volver a poner sobre la mesa lo que sirvió para derrotar a ETA. Por eso son importantes los actos que, como el del lunes, movilizan y conciencian.

P.–Entonces no está usted retirado de la política activa…
R.–Estoy en algo más bien prepolítico, cultural. Me preocupa el enfrentamiento que se está dando internacionalmente entre el nuevo orden mundial, el statu quo, y el extremismo o el populismo reactivo. Se ha vivido en EEUU y en Reino Unido con el Brexit. Y ahora vienen las elecciones decisivas en Holanda, Francia y Alemania. De momento en España ese debate sólo se ha visualizado en el seno del PSOE.

P.– Usted es conservador…
R.– Yo siempre he tratado de alejarme tanto del relativismo como del extremismo reactivo. Yo soy un huérfano en el debate político mundial en el que estamos sumidos. No me coloco en el statu quo porque pienso que se ha hecho relativista y no cree en nada, pero tampoco me identifico con el extremismo.

P.– En el PP conviven tendencias progresistas con otras más conservadoras.
R.– En los partidos del centro derecha europeo manda el relativismo. Y el relativismo avanza. Eso es lo que a algunos nos coloca en una situación de orfandad. Estamos fuera del cuadrilátero. Pero la socialización de la nada mina el statu quo y provoca el extremo.

P.– ¿El PP también es parte del nuevo orden mundial?
R.– Todos los partidos de centro derecha europea están en la socialización de la nada y en el relativismo.

P.– ¿Cómo vio la renuncia de José María Aznar a la Presidencia de Honor del PP?
R.– Fue una decisión coherente. Si no hay coincidencia en las ideas o en la estrategia es normal que se aparte.

P.– Mariano Rajoy parece decidido a aguantar en el PP pese a la insistencia de Ciudadanos en limitar los mandatos.
R.– Hoy tenemos un escenario internacional fuera de control. Y el que crea que tenemos una foto fija, se equivoca. Esto es una película que va a toda prisa. Ahora tenemos una calma chicha. Afortunadamente… Porque la alternativa era un frente popular populista nacionalista con Pedro Sánchez a la cabeza.

P.– Como conservador, ¿qué le parece la retirada del autobús de Hazte Oír sobre los niños transexuales? Incluso Cristina Cifuentes, miembro muy destacado del partido al que está afiliado, ha apoyado la medida…
R.–Hay hipocresía. El mismo autobús con las mismas frases pero en sentido opuesto se paseó por Navarra y País Vasco… y no hubo problemas. Sin embargo, ahora la gente se rasga las vestiduras. El motivo es una tendencia dictatorial hacia la ideología de género. ¿De qué se queja esta sociedad tan relativista? ¿Cómo no va a haber reacciones? Se ha intentado implantar una dictadura de acuerdo a unos criterios que están mermando la libertad de muchos. Que no se quejen de que haya reacciones al que quiere implantar el statu quo. A eso me refiero con la socialización de la nada. Que cada día haya que creer en menos cosas.

P.– Volviendo al tema catalán, muchas voces abogan por una modificación de la Constitución.
R.– ¿Pero alguien se puede creer que el nacionalismo se contentará con eso si ya ha abrazado la ruptura? Los movimientos nacionalistas han tenido tres hitos en democracia. El primero, el poder que alcanzaron con los estatutos en los años 70. El segundo, cuando reconoció el derecho de autodeterminación en 1989, que se solemnizó en los parlamentos vasco y catalán. Y después, cuando ETA –que ha abandonado la vanguardia pero que no está derrotada– se abrazó al PNV y al nacionalismo catalán en Estella y Perpiñán, respectivamente. Y ese es el camino adelante. Del poder a la autodeterminación y de la autodeterminación a la ruptura. Y no hay marcha atrás. Ahora hay que saber qué proyecto tenemos para hacerles frente.