El cielo ya se toma por bufido

EL MUNDO 23/03/17
JORGE BUSTOS

En el lapso de una jornada el Congreso basculó abruptamente de un polo a otro de la oratoria, arte que declina como digna expresión de la vida pública frente al ascenso irresistible del meme y el gif. El martes por la tarde el señor Francisco Igea, médico y diputado por Ciudadanos, intervino memorablemente en la Cámara para desmontar la alegre invitación al suicidio asistido de Podemos (¡justicia poética!: ¿qué es el populismo sino un delicioso suicidio en grupo?), cuyo activista en jefe extrae las propuestas de ley de los muros de Facebook. Si queda ahí fuera algún interesado en la retórica clásica, que busque en YouTube el excepcional discurso de Igea, preciso de conocimiento, poderoso de carácter, profundo de sensibilidad. El penúltimo ejemplo de cómo la palabra bien temperada aún puede pulsar la nota más humanista de la acción política y conducirla al bien moral.

A la mañana siguiente, el activista en jefe se enfundó una chaqueta pero olvidó lavarse la boca, de modo que concatenó una ristra de exabruptos perdularios que le aseguraban el escandalito cotidiano en redes y tertulias, además de las interjecciones eufóricas de sus chikos del maíz, porque hace mucho que renunció a ampliar su electorado. Y eso que el fondo de la pregunta era pertinente: por qué abusa el Gobierno del veto presupuestario en lugar de buscar el acuerdo para legislar. Pero Pablo Iglesias es como el hermano tonto del rey Midas: todo lo que toca lo convierte en mierda. Ahora ya ni se esfuerza en impostar grandilocuencia chavista: ahora el cielo se toma por bufido. El miércoles que viene ya debería tomar la palabra su perro, calculo.

Doña Pastor, por cierto, que mantiene una excelente relación con Iglesias, cosa que nos llena de ternura, debería haberle reprochado un lenguaje que abochorna a todos los españoles allí representados y revuelve en sus tumbas a Ortega, Azaña, Valle, Unamuno o Azorín, diputados todos. Dos horas después, su grupo apadrinaba un acto con los familiares de los agresores de Alsasua; no con las víctimas, no: con los agresores. Que la degradación de la lengua prefigura la degeneración de la democracia ya lo avisó Tucídides. Se desmarcaron del aquelarre el juez Yllanes y el guardia civil Delgado, dignidad que bien vale una purga. Como para aplaudir a Antonio Hernando cuando celebró el desarme de ETA; sí le aplaudieron el PP y C’s, o sea el 78, que es el que puso los muertos. Fuentes de Interior, por cierto, lamentan que haya calado la expresión ley mordaza: «Lo que hicimos fue atender las peticiones de los policías, que se quejaban de que los manifestantes les tomaban fotos y las distribuían por internet». Nos acordamos de Pasolini cuando, en el mayo francés, se posicionó con los policías en sus enfrentamientos con los estudiantes, porque decía que él siempre estaría del lado del proletariado. Previsiblemente la ley –muy útil en la lucha contra el menudeo de droga o la prostitución callejera– se enmendará, porque derogarla dejaría un vacío normativo.

Por lo demás, la sesión fue un embalse de tedio. Cañamero mostró una foto de Urdangarin y otra de Bódalo, el revolucionario con más colesterol de toda la Internacional; suponemos que trataba de impartir una sutil lección de derecho comparado. Nos despertó Girauta cuando llamó Leviatán a Montoro, algo que a don Cristóbal debería llenarle de hobbesiano orgullo.

Rivera sigue quejicoso con don Mariano, esta vez a cuenta del Corredor Mediterráneo, a lo que Rajoy contestó que están trabajando en ello. «Tienen que hacerse los duros ahora porque luego votarán a favor del decreto de la estiba y de los Presupuestos», interpretan en el PP. Si sale el plan, podrán prorrogarse en 2018. Nuestros abuelos no entenderán este alivio de quedarnos sin elecciones por un par de añitos. Mira, como Mas.