El desastre de Annual de Pedro Sánchez

Tardà y Campuzano ya sabían desde el domingo pasado que, por más que deseasen mantener la situación política precaria con el Gabinete de Sánchez, tal hipótesis solo hubiese sido posible si Torra —de grado o por la fuerza— se marchaba de la Generalitat. Y, claro es, ambos optaron por el vicario presidente de la Generalitat sabiendo que así abandonaban a Sánchez. No tenían opción y embistieron dialécticamente ante un presidente en una posición política festoneada por el patetismo.

El jefe del Gobierno, desde la crisis del puente de la Constitución y, antes, tras las elecciones andaluzas, no estaba en condiciones de ofrecer nada a los independentistas que le respaldaron en la moción de censura, ni los separatistas en disposición de compensarle con la única satisfacción posible para que la ‘coalición de rechazo’ gobernante se mantuviera y que consistía en la dimisión, cese o reprobación pública del peligroso ‘borroka’ que es Joaquim Torra.

Y así llegó el desastre de Annual para Sánchez: con una derrota sin paliativos en Andalucía, con la derecha venida arriba, con los liberales naranjas creciendo a su costa y a costa del PP, con Podemos en pérdidas y en fase depresiva y con los independentistas en huida hacia delante.

Sánchez ha sido dueño de sus decisiones. Pudo haber evitado este fracaso de haberse atenido a la sensatez, que es el mejor parámetro para hacer buena política y mejor gobernanza. Si hubiera convocado las elecciones en octubre pasado, ahora dispondría de un grupo parlamentario que superaría holgadamente los 130 escaños. Una cifra que ni en sueños logrará el PSOE. Más aún: tanto más tarde su secretario general en llamar a las urnas, tanto más disminuirán sus posibilidades de mejorar sus ya paupérrimos resultados en las generales de junio de 2016.

Si hubiera convocado las elecciones en octubre, dispondría de un grupo parlamentario que superaría los 130 escaños. Una cifra que ni en sueños logrará

Quiere pescar Sánchez en el centro político. Es un nuevo requiebro, otro giro, un cambio más de registro, otra metamorfosis. Hace falta que pueda vender la templanza de hogaño que no hubo antaño en un mercado preelectoral a unos ciudadanos escépticos que contemplan con progresivo estupor lo que se dice y se hace en Cataluña, cuya capital está amenazada cuando el día 21 se reúna allí el Consejo de Ministros.

Los CDR y los nuevos grupos autónomos de acción rápida (GAAR) están dispuestos a convertir ese día la Ciudad Condal en un escenario rifeño, un Annual urbano y posmoderno con alguna evocación balcánica. Es de suponer que el presidente no actuará como Rajoy y evitará la tentación de fiarse de los responsables políticos de los Mossos d’Esquadra (o sea, de Torra, Buch ‘et alii’).