El desplome de CDC radicaliza la política catalana

EL MUNDO 07/08/16

· ERC pasa a ser el interlocutor en el Congreso con los nacionalistas diluidos en el Grupo Mixto

La caída sostenida de Convergència, plasmada en su disolución en el Grupo Mixto del Congreso por primera vez desde la restauración de la democracia, ha polarizado el tablero político catalán, huérfano de un partido de centro tras la desaparición de Unió, el auge de Esquerra –única formación con voz propia en la Cámara baja– y el papel estratégico que ejerce la CUP en el Parlament.

En el bando opuesto se sitúan Ciudadanos y el PP, mientras el PSC sufre la asfixia de Ada Colau y se pierde en sus debates internos sobre la posibilidad de celebrar una consulta «a la canadiense» en Cataluña. El partido de Albert Rivera, además, no es visto en Cataluña como una formación de centro catalanista por sus críticas al modelo de inmersión lingüística en las escuelas.

La pérdida del grupo propio de CDC coincide con el viraje definitivo de los nacionalistas hacia el independentismo. En 2011, cuando Mas aún no coqueteaba con el soberanismo, Josep Antoni Duran Lleida logró los mejores resultados desde la época dorada de Miquel Roca. En concreto, CiU amarró más de un millón de votos, fue el tercer partido en escaños sólo por detrás de PP y PSOE y sumó hasta 16 representantes en la bancada del Congreso. También se alzó con la primera posición en Cataluña al derrotar al PSC después de años de dominio socialista.

Pese a que su influencia en el Congreso era muy escasa ante la mayoría absoluta del PP –una situación muy distinta a la década de los noventa, cuando condicionó los gobiernos de Felipe González (1993) y José María Aznar (1996)–, la hegemonía de CiU era incontestable en Madrid y Cataluña. También su carácter centralista, con apoyo de los populares en el Parlament y los votos de los convergentes a la reforma laboral del PP en la Cámara baja.

Sin embargo, el no de Rajoy al pacto fiscal y los recortes que puso en práctica el Ejecutivo de CiU al llegar a la Generalitat llevaron a Mas a abrazar el soberanismo y cambiar a los populares por Esquerra como socios de Gobierno en Cataluña. El motivo fue la pérdida de 12 escaños en las elecciones de 2012 –CiU pasó de 62 a 50 escaños en dos años– mientras ERC subió de 10 a 19.

Un resultado que el ex president interpretó en clave independentista, convencido de que el espacio central del catalanismo –al que tanto había apelado CiU en la época de Jordi Pujol– había virado hacia la consecución del Estado propio por el crecimiento de los republicanos. Para avanzar hacia la convocatoria de un referéndum de autodeterminación, Mas redobló su apuesta y convocó la consulta de 2014 con el apoyo expreso de Esquerra, la CUP e Iniciativa. De hecho, aún es recordado su abrazo con el líder de la formación antisistema, David Fernàndez, una instantánea que sorprendió tanto en el bando convergente –en especial en la filas de Unió– como en el anticapitalista.

La confesión de Jordi Pujol, además, acentuó el giro de Convergència y precipitó la necesidad de los nacionalistas de abrir una nueva etapa en la formación. Para ello, Mas dejó caer a Unió tras 37 años de entente electoral en un gesto para convencer a los más escépticos de su nueva apuesta independentista y con el que logró el visto bueno de ERC a concurrir juntos a las urnas.

Una circunstancia que Convergència no logró replicar en los comicios generales, a los que tuvo que presentarse sin ningún socio y con Francesc Homs como hombre fuerte en vez de Josep Antoni Duran Lleida, de carácter mucho más moderado. Precisamente, su primera contienda electoral en solitario evidenció la debacle electoral de los nacionalistas al pasar de 16 a ocho escaños, lograr poco más de 400.000 votos y quedarse sin grupo propio en el Congreso.

Un camino diametralmente opuesto al de Esquerra, que triplicó diputados y se convirtió en la principal fuerza catalana en la Cámara Baja, ocupando la bancada que tradicionalmente habían pertenecido a los nacionalistas.

Con la pérdida de foco mediático de Convergència –en el Mixto compartirá tiempos de palabra con otros seis grupos, entre ellos algunos tan correosos como Compromís o Bildu– los nacionalistas también pierden fuelle en Cataluña en detrimento de ERC y la CUP, la primera por sus resultados electorales y la segunda por su papel clave en el proceso independentista.

Este fiasco, además, coincide con el nacimiento del Partit Demòcrata Català –la nueva Convergència– en medio de las críticas por el nombre escogido y su imposibilidad de registrarlo en el Congreso por su parecido con Demòcrates de Catalunya. La última muestra de la radicalización de la política catalana es el manifiesto del PDC, donde la casa gran del catalanisme de los antiguos convergentes se ha convertido en la «república independentista» del nuevo partido de Mas.

UN DESPLOME EN CUATRO AÑOS
Victorias en 2010 y 2011.
Tras sobrevivir a la travesía del desierto – sobrenombre ‘convergente’ a los años de Mas en la oposición con el tripartito en el Govern, CiU llega a la Generalitat con 62 escaños y el apoyo del PP. Un año después, Duran se presenta al Congreso y logra ser tercera fuerza con 16 diputados.

Primer desplome en 2012.
Mas pide una «mayoría excepcional» en el Parlament y pierde 12 escaños. Gobierna con el apoyo de Esquerra e inicia su deriva independentista con la apuesta decidida de convocar un referéndum.

Consulta tras la confesión de Pujol.
Mas convoca una consulta el 9 de noviembre de 2014, tres meses y medio después de la confesión de Pujol, que mancha aún más las siglas de CiU.

ERC por Unió.
Días después de romper con Unió tras 37 años de relación, Mas amenaza a ERC con no convocar elecciones si no concurren juntos. Nace Junts pel Sí con 62 diputados.

Sin voz propia.
La primera vez que concurre en solitario, CDC pierde en el Congreso la mitad de diputados – de 16 a 8 – y se queda sin grupo propio.