ARCADI ESPADA-EL MUNDO

AL DIPUTADO Rufián le han llamado hijo de puta. Varias veces y varios independentistas. Entre ellas una señorita Silvia Senz, que hace unas koinés muy monas, y que le ha puesto un tuit: «En mi humilde opinión, eres un hijo de puta». Es verdad que diputado lleva puta en sus entrañas, pero son entrañas equívocas. Diputado viene de deputare y puta, probablemente, de una variante de putus (niño). Deputare tiene una gracia particular porque significa podar, aclarar y al tiempo destinar, elegir. Lo que significa que entre los pecados contra su naturaleza está el irse por las ramas. Soy lógicamente sensible a los insultos contra Rufián, porque pende sobre mí la querella de un colectivo alfanumérico y analfabeto que creyó que le había llamado mariconazo, como si yo tuviera algún confianzudo cariño por el diputa, que así se dirigen a él ahora los que le tienen confianza. Pero íntimas sensibilidades aparte lo que yo quiero denunciar es el escandaloso caso de hijo de puta. ¿Cómo es posible que se siga deshonrando de este modo a niños que ninguna opción tuvieron a elegir su ruta de salida a la vida? ¿Y cómo es posible que junto a ellos se ofenda a mujeres (¡a mujeres!), que serán putas o trabajadoras del sexo, pero también madres, y buenas y valerosas y esforzadas madres, que tal vez puteen para llevar el niño a Harvard? ¿Cómo, en una época en que cada ínfimo colectivo de sobreactuantes exige ser tratado con las palabras que el colectivo elija, se permite seguir vejando día y noche, a cada minuto, a niños, mujeres, madres, sin que una voz se oiga? Solo en la pared de la habitación de una de mis hijas discrepantes he visto una tímida y resignada respuesta: «Las putas insistimos, no son nuestros hijos». Pero fuera el silencio es más espeso que el de las novelas. Y más oprobioso aún, cuando, como en el caso que nos ocupa, una señorita, y pues de género femenino, es la que acomete con toda su hinchada amígdala vejatoria contra una compañera de sexo y su chiquitín. ¿Cómo una mujer, María y Magdala a la vez, puede llevar a cabo este incalificable acto de discriminación y desprecio? ¿Cómo y con qué argumentos nuestra Joven Guardia Filológica podrá instar a la persecución por delito de odio al que llama maricón a otro mientras considera que hijo de puta es una objetiva descripción de los hechos sociobiológicos?

La verdad es que como no soy diputado, ¡todavía!, me he ido por las ramas, cuando solo quería dar la noticia de que hay independentistas que ya llaman hijo de puta a otro independentista.