ARCADI ESPADAEL MUNDO

ME HA hecho sonreír el filósofo joven Dedéu, que está hondamente preocupado por la juventud de nuestro tiempo y que ha escrito con la pluma de Martín Vigil: «Han preferido encararse con gallardía a la pasma que no pasarse las noches en Razzmatazz cascándose Mdma y bailando música infecta». Se refiere, naturalmente, a los jóvenes que hasta el tope de Mdma se encararon con la Policía y regaron las calles de Barcelona con los efectos de las gallardas nacionalistas, que a estas edades son realmente caudalosas. Hace días leí en El Español que la Policía había encontrado metanfetaminas y Mdma en algunas mochilas de los dos centenares de detenidos. Serían las mochilas de los más tontos. Llevar en la mochila pastillas de éxtasis puede suponer que te acusen de un delito contra la salud pública, lo que tratándose de un nacionalista ya serían dos. Lo suyo es salir de casa con ellas en el estómago y menearlas con cerveza en el lugar de los hechos, que es lo que hicieron con suma aplicación los muchachos. Al Razzmatazzzzz le crecieron las zetas, comparado con lo que fue en muchos momentos estelares la plaza del buen Obispo Urquinaona. El periodista Germán González, que pasó allí muchos ratos en heroico cumplimiento del deber, no sé si más mareado por el humo de chusma o por el humo de porros, me hizo notar otra característica del ambiente. Y es lo guapas que estaban las tías. No se refería a la modelo Elena Rybalchenko, que trabaja en Instagram y que de paso por Barcelona se fotografió arrogante detrás de una hoguera, para fuego el mío. Lo que llamó la atención de mi compañero fue el look de las vecinas, dispuesto con cuidado, y que incluía en no pocos casos falda corta y hasta plataformas. Sería completamente insustancial decir que así no se va a la revolución, porque como es sabido la revolución será televisada o no será. También hay que puntualizar que no en todas las franjas horarias pasaba lo mismo. Este look era más generalizado en los atardeceres, cuando todo se ennoblece. Otro era el asunto en la alta madrugada. Yo vi el domingo las últimas libaciones de los funerales en la Vía Layetana, con cincuenta personas que comían pringles y cantaban Boig per tu, y la verdad es que temí gravemente que una desenfadada ya madura perdiera el último refajo estelado en una de las atorrantes putivueltas con las que tentaba animosa a la noche.

Mucho más mortífero que haber asociado el Proceso a la violencia es haberlo hecho al cachondeo.