El Golpe, en Madrid

El MUNDO 03/04/17
F. JIMÉNEZ LOSANTOS

ES TAN golpista el régimen de Maduro que el jueves dio un golpe de Estado mediante el Tribunal Supremo, dirigido por un fiscal suyo, que ya fue condenado por asesinato y expulsado de la policía tras un homicidio. Y el viernes, tras comprobar la reacción internacional ante la usurpación de poderes por parte del Supremo, que se había proclamado Poder Legislativo, Maduro salió de su aquiescente silencio y ordenó al Supremo que cambiara su decisión, orden que el policloaca golpista cumplió el sábado. Como dijo Luis Almagro, Secretario General de la OEA que con el presidente peruano Kuczynski ha acaudillado la reacción americana contra el autogolpe del chavismo, el colmo de la falta de respeto a la Constitución es restaurar el orden constitucional a través de otro acto igualmente anticonstitucional.

Al único que le da lo mismo es al Monedero de Pablontero, que tras defender el golpe del Supremo contra la Asamblea por orden de Maduro, esgrimiendo el sutil argumento de que era para defenderse del golpe que, en realidad, había dado la Asamblea Nacional, ahora dirá lo contrario: que Maduro tuvo que dar este golpe contra el Supremo para defender, sin merecerlo, a esa oposición agazapada en la Asamblea nacional. Si le dieron medio millón de dólares por un informe que nunca hizo sobre una moneda que nunca existió, pueden darle un millón por decir una cosa y la contraria. ¡Mientras le den!

Si la tradición del Golpe de Estado no fuera primero ensayarlo, se podría decir que el chavismo ha demostrado que está para el arrastre. No es seguro. Lo que sí ha quedado claro es la voluntaria irrelevancia política y diplomática de España –uncida al sicariato de Zapatero–, en algo antaño esencial en nuestra política exterior: defender la democracia como régimen deseable para Iberoamérica. Era también una gran oportunidad de desquitarnos del ridículo cosechado en Cuba y Colombia como criados de Obama. Incluso de poner colorados a los rojos podemitas. Pues nada: la Zarzuela, La Moncloa, el Parlamento y los partidos democráticos se han escondido mientras la reacción diplomática americana desbarataba el autogolpe. Hemos perdido la ocasión de ser decentes, que además era gratis. Nos hemos retratado como un país irrelevante, con un Gobierno miserable y una oposición inexistente. El golpe sólo ha triunfado aquí.