El Islam rompe Europa

ABC 26/08/16
HERMANN TERTSCH

· En Europa occidental el rodillo mediático intenta aplastar esta primera reacción de Francia

AYER se vio de nuevo que la inmigración musulmana es ya el principal factor de tensión interna y potencialmente de disgregación y ruptura de la Unión Europea. David Cameron ya dijo que el Brexit se produjo en gran parte por culpa de Angela Merkel y sus puertas abiertas a esa inmigración. Ahora otros países anuncian que no aceptarán bajo ningún concepto la pretensión de Merkel y la Comisión de imponerles cuotas de inmigrantes. Ayer la canciller alemana viajó a Praga y se topó con el consenso nacional entre los checos. Es más, los cuatro países de Visegrad, como se conoce a Polonia, Chequia, Eslovaquia y Hungría, están de acuerdo. Todos dispuestos a ayudar económicamente a los países en crisis, ninguno a aceptar inmigración musulmana en sus territorios. Estos países, sin pasado colonial, no tuvieron inmigración como vieja metrópoli en el siglo XX. Hoy, vistos los inmensos problemas occidentales de convivencia, se niegan a importarlos. En Hungría se celebra un referéndum el día 2 de octubre en el que la población rechazará masivamente estas cuotas. Ese mismo día se repiten las presidenciales en Austria. También bajo ese signo. Merkel pudo confirmar que gran parte de Europa se rebela contra la imposición de esa inmigración sin voluntad de integración y con fundamentos culturales y religiosos que consideran incompatibles con la sociedad democrática y abierta. Esto sucedía ayer en el este.

En el oeste europeo los vientos eran otros. Porque se movilizaban todos los que por diversos motivos quieren una sociedad multicultural con masiva presencia musulmana en los espacios públicos. Que refleja su clara voluntad de hegemonía. Ahí están ya todos, los militantes de esa izquierda que se indigna por un crucifijo en un colegio y esos musulmanes llamados moderados que jamás consiguen movilizarse contra las matanzas de sus correligionarios radicales. Siempre fue así. Contra unas caricaturas en Dinamarca se manifestaban millones en todo el globo pidiendo la cabeza del dibujante. Y pedir la peor muerte para Salman Rushdie. Pero para condenar el asesinato de Theo Van Gogh y la condena a muerte contra Ryan Hirsi Ali no apareció ni el imán más occidentalizado. Y contra las carnicerías recientes solo se reúnen unos pocos intelectuales musulmanes franceses para tímidas protestas. Por mucho que las inflen las televisiones. Pero ha bastado que una veintena de alcaldes franceses se tomaran en serio las medidas contra el burkini en las playas, para que la izquierda, los medios y los musulmanes en Europa y en todo el mundo hagan causa común contra lo que llaman «intolerable agresión a la libertad y a la honra y dignidad de las mujeres» que sería el veto al burkini o al niqab.

Su poderío mediático es tal que conseguirán convertir la jaula de tela en símbolo de libertad. Y exigirán que se levanten otras prohibiciones que también entienden como agresión al islam. ¿Quiénes son los europeos, sus autoridades y jueces para negar el derecho de ablación y las bodas de niñas y la venta de hijas para esas bodas? ¿Por qué van las autoridades infieles a negar el derecho a imponer la sharia en decenas de miles de comunidades de vecinos, bloques y barrios? En Europa occidental el rodillo mediático de la corrección política intenta aplastar en su raíz esta primera reacción de Francia contra la invasión del espacio público por símbolos de la represión, la desigualdad y la sumisión. En Europa oriental se ha fortalecido la conciencia de que tienen la inmensa oportunidad de no correr la suerte de las sociedades occidentales. Y están decididos a utilizarla y defender sus razones. De voluntad de supervivencia nacional, algo que en Occidente muchos han olvidado. Lo que explica mucho todo lo que le pasa.