Rafael Méndez-El Confidencial

Los estrategas de los partidos replantean la campaña con la irrupción de Vox. «Habrá tres meses de juicio retransmitido en La Sexta con Vox acusando a los independentistas»
Si con cuatro partidos las estrategias eran importantes, con la irrupción de un quinto lo serán mucho más. La campaña es cada vez más relevante porque al aumentar la oferta electoral las fronteras son cada vez más difusas y es más fácil cambiar de voto. Y la irrupción de Vox lo impregna todo. En el PP hay debate sobre si debe «morder la manzana de Vox» y acercarse al partido de Santiago Abascal, como apunta la estrategia de Casado, o distanciarse y buscar un perfil más moderado porque al fin y al cabo las elecciones en España tradicionalmente se han ganado en el centro. Los defensores de alejarse creen que si el PP se asemeja mucho tiene las de perder porque Vox genera más ilusión y no tiene un pasado que le lastre; los otros, que Vox en realidad es solo un PP vitaminado, los hermanos díscolos que hay que atraer.

Ciudadanos tiene un dilema incluso mayor: no puede traicionar las ansias de cambio de sus votantes en Andalucía pero debe hacerlo mezclándose lo mínimo posible con un partido con tintes antieuropeos. Rivera estaba empezando a jugar la estrategia de la moderación frente al duro Casado para pescar los votantes desencantados de Sánchez y ahora tiene que navegar esa contradicción. Aprovechando eso, Pedro Sánchez ha decidido volver al centro presentando a Ciudadanos como aliado de la ultraderecha en Andalucía. Para eso, presentará los presupuestos al Congreso para que —salvo sorpresa— el independentismo se retrate contra él y demostrar así su alejamiento de ERC y PDeCAT.

La pregunta es hasta dónde va a llegar la marea de Vox, si en Andalucía se dio una conjunción única o si tiene margen para subir mucho más. Uno de estos estrategas de los partidos cree que en Andalucía se combinó todo a favor de Vox: el deseo de enviar un mensaje claro al independentismo desde lo más español, pero también de hartazgo de casi 40 años de gobierno socialista. Eso no se va a dar en otras comunidades.

Pero lo que sí va a tener Vox ahora más que nunca es un altavoz. El partido ejerce la acusación popular en el juicio del Supremo contra los líderes independentistas. La vista está prevista que empiece a final de enero y puede durar tres meses. El juicio será retransmitido en directo en plena campaña para las autonómicas y municipales —las europeas estarán opacadas— y quién sabe si generales. Y el abogado de Vox no es un desconocido. La acusación la ejerce el número dos de Abascal, Javier Ortega Smith, un tipo capaz de irse a la Cadena SER a hablar de «feminazis» en alusión al feminismo. Junto a él estará Pedro Fernández,

también abogado y vicesecretario jurídico de Vox. El juicio va a marcar toda la agenda y más con la huelga de hambre de algunos de los presos. Está previsto en sesiones de mañana y tarde, cuatro días a la semana y retransmitidas por televisión.

La ley electoral de Cospedal en Castilla-La Mancha ha sido un regalo envenenado para el PP porque hace muy difícil que entren partidos nuevos

Los acusados no tienen la obligación de contestar a Ortega Smith, pero sí los testigos, así que sin duda copará la audiencia. Las defensas intentaron en instrucción expulsar a Vox del procedimiento, pero no lo consiguieron. El partido ha crecido de la mano de los sumarios judiciales. Se personó en el Supremo y en el juzgado de instrucción 13 que investigaba al independentismo a raíz de unas declaraciones del exjuez Santiago Vidal. Ahora les llega el premio gordo. Aunque aseguran que no se personaron como cálculo electoral, sino por defender a España. En su programa, Vox propone que España rechace la jurisdicción del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

Fernández explica que han notado que desde que se personaron en la causa de los atentados de Barcelona han ido subiendo de afiliados y admite que el juicio del ‘procés’ les va a dar «relevancia mediática». «Que luego se refleje en más votos es otra historia. No sé si hay una relación directa. El caso del Supremo a lo mejor nos ha dado más visibilidad, pero no podría decir si va a mejorar nuestra perspectiva electoral. Nosotros veníamos de hace tiempo con iniciativas judiciales y no salíamos en los medios de comunicación. No lo hicimos pensando en un rendimiento electoral, sino en defensa de España».

«Veníamos de hace tiempo con iniciativas judiciales y no salíamos en los medios de comunicación. No lo hicimos pensando en votos sino en España»

Hacer estimaciones de hasta dónde puede llegar Vox a nivel nacional o autonómico es todavía imposible. El trabajo de campo del último CIS está hecho a principios de noviembre y no captó la ola del partido de Abascal. Si se extrapolan los votos que sacó en Andalucía a nivel nacional eso sería dos millones y medio de votos, que en condiciones normales darían unos 20 escaños. Pero las proyecciones son imposibles. En muchas provincias no hay cinco escaños en juego y el quinto no entraría. Además, penalizaría al partido al que le estuviera quitando los votos, presumiblemente el PP.

Las autonómicas y municipales no eran en principio propicias para Vox. Su plan inicial era presentarse a las europeas, donde la circunscripción única es propicia para partidos pequeños. Pero tras los 12 escaños en Andalucía, el partido está recibiendo un aluvión de peticiones y teme que les entren paracaidistas, tránsfugas, descontrolados que no pueda controlar de cara a las municipales.

En las comunidades los afectos son todavía más dispares. Castilla-La Mancha es, sin duda, la autonomía más complicada para Vox. Al llegar al poder, Dolores de Cospedal reformó la ley electoral de forma que solo hay 33 diputados regionales que salen de cinco circunscripciones. En 2015, Podemos obtuvo un 9,75% de los votos y solo logró dos escaños. Ciudadanos, con un 8,6% de los sufragios, quedó fuera de las Cortes regionales, algo sin precedentes.

«Con el resultado de Andalucía, Vox no sacaría ni un diputado en Castilla-La Mancha. Cuenca y Guadalajara eligen cinco escaños así que para que un tercer partido consiga un escaño necesita un 14% o un 15% de los votos. En Toledo, alrededor de un 11%. Y eso siempre que sea el tercer partido», explican fuentes de la comunidad. La reforma electoral le salió mal a Cospedal. Al no entrar Ciudadanos hace cuatro años y sí Podemos, dio la mayoría a la izquierda. Paradójicamente, hace unas semanas en el PSOE andaban preocupados por un descenso del voto a Podemos ahí, que perdiera la representación y que el PP volviera a la mayoría con Ciudadanos. Ahora hay que recalcular.

Un previsible efecto colateral es el barrido de los partidos regionales del descontento

Gracias a ese regalo envenenado de Cospedal, Castilla-La Mancha es probablemente el lugar donde más daño puede hacer Vox al PP. Quizá por eso, Pablo Casado se ha lanzado rápidamente a defender el trasvase Tajo-Segura que tanto rédito electoral le dio al partido en la Comunidad Valenciana y Murcia frente a la tibieza del PSOE. Con un ministerio de Transición Ecológica contrario a los trasvases, tienen un filón.

Otro previsible efecto colateral es el barrido de los partidos del descontento. En Murcia, el expresidente Alberto Garre ha fundado un partido regionalista, ‘Somos región’, para atraer a desencantados del PP, en el poder desde 1995. Fuentes populares dan por hecho que esos votos ahora irán a Vox. Si lo lógico es que crezca a costa mayoritariamente del PP, en Cataluña, donde el PP ya está reducido a la mínima expresión, habría que medir su impacto sobre los votantes de Ciudadanos.

Las calculadoras electorales echan humo realizando simulaciones en un escenario inédito en el que cinco partidos pueden estar por encima del 10% en votos. La izquierda culpa al PP de haber asumido el lenguaje de Vox, lo que los ha legitimado. La derecha lo achaca al PSOE por polarizar la sociedad. Narcisco Michavila, presidente de la empresa de encuestas GAD3 y entre otras cosas asesor demoscópico del PP, tiene un dardo para explicarlo: «A Pedro Sánchez no le interesaban los restos de Franco, sino los restos de la ley electoral».