El mal, sí

ABC 23/03/17
LUIS VENTOSO

· Para el chupi-líder adolescente no existe el terrorismo

EN contra del criterio general, la película «El francotirador», la incursión iraquí de Clint Eastwood, me parece solo correcta (la última, la del avión chapoteando en el Hudson, es directamente mala). Pero la cinta del tirador contiene una frase memorable, que alberga una gran verdad: «El mundo está formado por tres tipos de personas: lobos, ovejas y perros pastores. Algunos prefieren creer que el mal no existe, pero existe». Los lobos utilizan la violencia para abusar de las ovejas, o para masacrarlas, pero por fortuna existen perros pastores que consagran su vida a protegerlas.

Ayer los lobos eligieron Londres. Es tan fácil hacer daño una vez que se sucumbe a la violencia nihilista… Basta con subirse a un coche con un cuchillo, elegir una zona transitada y emblemática y dejar que se desborde el mal. Un Hyundai gris 4X4 cruza a gran velocidad Westminster Bridge, a la sombra del Big Ben, puente atestado de turistas. El vehículo invade la acera y arrolla a una docena de personas. Finalmente se estampa contra la verja del Parlamento. Un ocupante del coche baja con un cuchillo, accede al control de seguridad y apuñala hasta la muerte al primer policía que encuentra. Cuando iba a por el segundo fue abatido a tiros. De inmediato la zona se llenó de agentes antiterroristas, ambulancias, helicópteros médicos. Eran los pastores que mitigan el horror, que muchas veces incluso logran evitarlo.

Pero estas realidades no existen en el mundo frívolo e inconsciente de la extrema izquierda española, una anomalía intelectual y moral, que ha despuntado merced al amparo de dos televisiones y su cínico concepto del lucro. En una casualidad sangrante, el día que el terrorismo golpeaba Londres, Podemos (y el PNV, los restos de CiU, ERC y Bildu) rendían tributo en el Congreso a los familiares de los tipos que acorralaron y pegaron a unos guardias civiles y sus parejas en un bar de Alsasua. Podemos llegó a calificar a los agresores de «víctimas».

La Guardia Civil aguantó en Alsasua en los días de sangre de ETA, en un clima hostil, peligroso y claustrofóbico. ¿Y sabe Iglesias qué protegían? Pues las libertades democráticas españolas, la unidad de su país y el derecho de los ciudadanos a no ser arrollados por la presión del terrorismo etarra y su entorno civil (al que tanta simpatía profesa).

En el mundo de Iglesias, de 38 años, no cuentan los problemas adultos. Jamás aportará una propuesta para algo tan serio como el agujero de las pensiones que explicaba ayer este periódico. Las cuentas públicas le resultan magnitudes alienígenas. Tampoco le importa que unos sediciosos rompan su país, entretenido en zarandajas como pinchar a los católicos, o purgar a Errejón para colocar a su novia. Incluso aplaude que los terroristas reescriban la historia de ETA, escupiendo así intelectualmente sobre las familias de aquellos que primero mataron.

Si parafraseásemos su léxico de ayer frente a Rajoy, diríamos que a Iglesias «se la bufa» el terrorismo. Solo se acerca a ese drama para abrazar a verdugos implacables que han hecho una reconversión exprés a hombres de paz. Le vendría tomarse un café con los hijos de algunas víctimas, o leer «Patria». Limpiarse la roña del alma.